sábado, noviembre 14, 2009

XXII.

Cuando cerré la puerta tras de mí, suspiré aliviada. Había dejado el mundo afuera. Un baño de espuma era lo que necesitaba. Pocos minutos después, me encontraba rodeada de espuma, el agua caliente relajaba mis músculos y una copa de vino se encontraba en la pequeña repisa junto a la bañera.

Cerré los ojos. Era genial. No había nada que pudiera mejorarlo, excepto tal vez, un fuerte cuerpo masculino acariciándome, Abrazándome.

Dejé vagar mi mente y rápidamente me sentí excitada. Podía notar unos brazos a mi alrededor y perezosas caricias sobre mi cuello, espalda y costados, que después, más tarde, recorrieron mi vientre y mis senos. Las sensaciones eran maravillosas. Gemi. Y cuando estaba completamente en mi propio mundo, alguien tocó el timbre.

Abrí los ojos de repente. Había sido mi mejor fantasía en mucho tiempo.


Volvieron a llamar. Me levanté, salí de la bañera y me envolví en una esponjosa toalla color verde. Mientras me dirigía a abrir la puerta me enfadé un poco ¿Quién sería? ¿Quién se atrevía a interrumpir mi baño? Fuera quien fuese, pensaba echarlo.

Pero cuando abrí la puerta me quedé paralizada.


- Hola Katie- dijo Jimmy – Quería…


No acabó. Se acababa de dar cuenta de que solo me cubría una toalla.

Me miró de arriba abajo. Sus ojos reflejaron deseo.


- ¿Qué quieres? – le pregunté bruscamente.

- Hablar contigo – dijo centrando su atención en mi cara.


Le miré fijamente.

Tal vez, después de todo, debería hablar con él. En los últimos días el origen de todos mis problemas había sido no hablar con ni con Kyle ni con Jimmy. Si le contaba lo que quería saber, quizás, encontraría un poco de tranquilidad.

- Está bien – dije tras unos segundos- Pasa y ponte cómodo. Yo iré a vestirme.

- De acuerdo.

Cuando llegué a mi dormitorio, me puse rápidamente ropa interior, unos vaqueros y una camiseta.

Volvía al salón. Jimmy estaba sentado sobre el sofá, observando lentamente la habitación. Me senté junto a él.


- ¿Y bien?- le pregunté.

- Primero, quiero disculparme. No debí meterme en tus asuntos.

- Cierto – convine.

- Pero no me arrepiento – dijo para mi sorpresa – Ningún hombre debería hacer daño a una mujer. Hay que protegerla y defenderla.

- Y ¿por qué me defendiste?

- ¿No lo sabes?

- Se que te gusto, pero no sabes nada de mi Jimmy.

- Porque no has querido compartirlo conmigo.

- Es cierto. Te voy a ser franca, supongo que te lo debo. Cuando llegué aquí, no quería ningún hambre en mi vida y no he cambiado de parecer.

- Y ¿qué pasa con el arquitecto?

- Bueno, podría decirse que tenemos un desacuerdo.

- Parece algo más.

- Lo es, pero no me puedes proteger de Kyle. Tiene buenas razonas para estar enfadado.

- ¿Y eso le da derecho a maltratarte cuando te niegas a hablar con él?

- No. En el ayuntamiento y en el trabajo me pilló por sorpresa. No volverá a ocurrir.

Él no pareció nada convencido.
- Y ¿cuál es la historia del arquitecto?

- Te diré la versión abreviada

- Está bien- se conformó.

- Salimos, le dejé y me marche de Middletown.

- No me dirás más ¿verdad? – dijo inclinándose sobre mí.

Sentí su cercanía y un escalofría recorrió mi cuerpo de arriba abajo.


- Eres tan hermosa – dijo acariciando mi mejilla.


Su rostro estaba muy cerca del mío y nuestros labios a pocos centímetros. Mi corazón se aceleró y empecé a tener calor. Tenía que apartarme pero su proximidad me envolví y mi cuerpo deseaba que mi fantasía de hacia unos minutos se hiciese realidad.


Descendió hasta mis labios y también los acarició. Y de un momento a otro, me besaba con urgencia. Sus labios eran cálidos y apasionados y en pocos segundos su lengua se posesionó de mi boca.


Era delicioso y yo necesitaba aquel beso.


Le respondí con el mismo entusiasmo y urgencia. Cuando empecé a sentir la necesidad de respirar, él endenteció el beso poco a poco hasta separarnos. Pero no se alejó mucho, a penas unos centímetros, los suficientes para nos llegara un poco de aire.


- Dime una cosa – dijo con voz ronca acariciándome el pelo - ¿Amas a Kyle?

- No – contesté mirándole los ojos. Y me di cuenta de que era completamente verdad. En algún momento de estas últimas semanas lo que sentía por Kyle había desaparecido.

Él sonrió satisfecho y se acercó para besarme nuevamente.


- No creo que sea buena idea Jimmy – dije apartándome.

- Te engañas a ti misma si crees que no sientes nada por mí.

- No lo hago – confesé – Pero…

- Nada. Sólo déjame besarte.


Acercó su rostro al mío y nuestros labios se encontraron. Me inundé nuevamente en aquel mar de sensaciones que me provocaba su boca. Me besó con la misma pasión y apremio que antes. Me dejó respirar nuevamente pero no me dio un respiro, trasladó sus besos a mi mandíbula y posteriormente a mi cuello. Inconscientemente, extendí mi cabeza hacia atrás, ofreciéndole mejor acceso a él. Comenzó a mordisquearlo levemente. Corrientes eléctricas atravesaban todo mi cuerpo. Llegó al hueco de mi garganta y cuando me dio un pequeño mordisco, no pude evitar clavarles las unas sobre los hombros.

Él gimió complacido y continuó descendiendo poco a poco.

Si no lo paraba en ese instante, ya no podría. Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, enderecé mi cuello y me aparté.

- Aquí lo dejamos Jimmy

- Pero… me deseas.

Sí, realmente lo deseaba y con tanta necesidad que no podía creer que hubiese conseguido apartarme.

- Si – concedí – pero eso no significa que no me siga pareciendo una mala idea. Aún lo considero una mala idea- enfaticé.


Él pareció un poco decepcionado. El deseo que se reflejaba en sus ojos oscuros disminuyó.


- Está bien. Supongo que será mejor que me marche.

- Gracias – dije aliviada.


Le acompañé a la puerta.


- Nos vemos – me dijo

- Adiós.


Él bajó las escaleras, se subió a su camioneta y se alejó.

Suspiré, aunque no estaba del todo segura si era porque estaba aliviada de que se hubiera marchado o porque le había dejado ir.

domingo, octubre 18, 2009

Weno, weno,weno... Aki otro capituliyo q publico y nadie me dice si le gusta. Ad+ e visto q Pablo no me a puesto ningun comentario. No kerras q me enfade no??? Jajajajaja. Anda, anda, ponme algo. 

XXI.

Gocé de un día más de descanso laboral pero no mental. Pensé seriamente en ahogar mis penas en el alcohol, pero no quería que Alfred me viera así. Él era un padre para mí y aunque no sabía nada de mis “lios”, excepto de lo ocurrido en el bar, cosa que ya sabría cada habitante de Red Hills, él no se merecía verme así. Pasé todo mi día libre intentando recuperarme y ordenar mi mente. Obviamente, a penas logré acomodar algunos pensamientos.



Llegó el lunes y en cuanto sonó el despertador, hubiera dado cualquier cosa por no tener que ir a trabajar. Pero era inevitable. Me vestí, tomé una gran bocanada de aire y salí de mi habitación parcialmente preparada para contestar las preguntas de Alfred. Le dí los buenos días y me senté en la mesa junto a él para desayunar.


Para mi sorpresa, él no dijo nada excepto lo habitual.



Me dio lo buenos días, un beso y ojeó una revista de coches mientras tomaba su desayuno. En ningún momento me hizo sentir incómoda, solo me brindó si incalculable compañía y comprensión. No quería hacerme el día más difícil de lo que ya sería. Y yo lo aprecié muchísimo, y que menos que agradecérselo con un abrazo.



- Hasta luego princesa – se despidió.



Pocos minutos después, yo también salí de casa y cogí el coche para ir a trabajar.



Aparqué en la parte trasea de O´Nealls, frente a la camioneta negra de Lion. Permanecía unos minutos en el interior del coche intentando tranquilizarme; mi corazón corría a toda velocidad y tenía la sensación de que me asfixiaba. Cuando volví un poco a la normalidad, bajé del coche justo cuando Caroline aparcaba su Clio. Ella bajó y se acercó a mí.

 
- ¿Estás bien? – me preguntó cuando salí de mi coche.


- Si- mentí. Me sentía como si me dirigiese hacia el patíbulo.



Caroline me dirigió una sonrisa consoladora y me abrazó.



- ¿Entramos?- preguntó cuando me soltó.


- Dame un segundo



Respiré hondo un par de veces.



- Vamos



Ella me siguió hacia el local.





Pasaron varias horas. Nadie decía nada pero podía sentir sus miradas sobre mí cada vez que me daba la vuelta. Intenté ignorarlos pero no es como si pudieras ignorar más de diez miradas a la vez. E incluso intenté pensar en algo agradable, pero estaba tan incómoda que no se me ocurría nada. Contaba las horas y los minutos para irme a casa. Pero lo peor de todo eran los cuchicheos. ¿Por qué eran tan cobardes que no podían decirme lo que querían decirme o decir en voz alta?


Caroline intentaba distraerme hablándome de Eve y me daba sonrisas consoladoras, y Mike estaba en la barra, dándome apoyo. Él usualmente estaba en su despacho. Agradecía su presencia allí enormemente, lástima que no fuera suficiente para hacerme el día más fácil.


A la gente le gustaban los cotilleos y desde que yo había llegado, los chismes no habían dejado de correr; mi llegada al pueblo Jimmy, mi encuentro con Kyle, ambos peleándose…Hubiera dado cualquier cosa por callar a la gente.



Después de llevar varios pedidos seguidos de murmullos no podía más. Que Dios y Mike me perdonaran por lo que iba a hacer.


Me dirigí a la barra para soltar la bandeja, ignorando a un cliente que trataba de llamar mi atención con un chiflido. Dejé la bandeja sobre la barra y me giré hacia las mesas.



- Ya basta – dije en voz alta.
La gente se cayó pocos segundos después.



- Ya es suficiente de cuchicheos a mi costa. Debería daros vergüenza. Claro, para vosotros es fácil hablar y solo Dios sabe las historias que s estáis inventando acerca de por qué ocurrió la pelea la otra noche.



Respiré hondo.



- No me conocéis lo suficiente para entenderlo y de verdad no estoy interesada en haceros entender la situación. Pero os recuerdo, que ser camarera tiene sus ventajas. Levo varios meses viviendo en Red Hills y me he enterado de un montón de cosas, algunas de ellas, creedme, no os gustaría que salieran a la luz. Así que antes de cuchichear y hablar a mis espaldas, pensad un vosotros mismos, quizá podríais ser el blanco perfecto de alguna habladuría.


- ¿Nos estás amenazando?- preguntó alguien a quien no me moleste siquiera en localizar.


- No. Es solo un aviso. Un día de estos algunos de vosotros podréis saber lo que estoy sintiendo estos últimos días.



Me detuve para tomar aire.
- Muy bien. Gracias por su atención – dije antes de dirigirme a la parte de atrás.



Me encontré a Mike inclinado en el quicio de la puerta de su despacho.



- Lo siento – dije sin pararme.



Él inclinó levemente la cabeza. No deje de caminar hasta que llegué al exterior. Me apoyé con los brazos extendidos sobre mi coche. Respiré hondo tanto como fue necesario hasta que mi corazón adquirió un ritmo normal. Cuando ya estuve segura de que podía volver adentro, me giré para encontrarme inesperadamente con Lion.



Él estaba sentad sobre unas cajas de suministros, sujetándose la cabeza con las manos. Obviamente, no había escuchado mi pública diatriba. Me acerqué lentamente hasta detenerme frente a él, me agaché y le toqué el brazo.



- Lion – le llamé.


- ¿Qué? - respondió sobresaltado. Parecía haber estado enfrascado totalmente en sus pensamientos y no se había dado cuenta de mi presencia.


- ¿Está bien? – le pregunté.


- ¡Oh! Katie. Si, bueno… no se.


- ¿Qué te preocupa?



Durante varios segundos pareció pelear consigo mismo entre si contármelo o mandarme a paseo.


- ¿De verdad quieres saberlo? – me preguntó finalmente.


- Por supuesto- dije resuelta


- Es probable que sea padre de un niño – dijo a duras penas.



Yo me limité a mantenerme en silencio. No me parecía adecuado felicitarlo cuando obviamente, no estaba feliz por la noticia.



- Vaya, Shirley dice que es mío…


- ¿La conozco? – le pregunté a la vez que repasaba mentalmente entre los nombres de personas que conocía en Red Hills en busca de alguna Shirley.


- No. Ella no es de aquí. Vive en Oaks River. ¿Te lo puedes creer? Yo. Padre. – dijo negando con la cabeza.



Le sonreí.





- Si ni siquiera el mío fue un buen padre y yo… bueno, tu me conoces, no valgo para el matrimonio y no se si quiera como se comporta un padre.


- ¿Y qué piensas hacer?


- Bueno, pensarás mal de mí, pero quiero una prueba de ADN que me diga que es mío.


- Es comprensible. Y Shirley, ¿qué te ha pedido?


- Sólo que pase tiempo con él.


- ¿Y te ha pedido alguna manutención?


- No, pero si es mi hijo, quiero aportar en su bienestar.



Aquellas palabras me sorprendieron. Nadie esperaría escucharlas procediendo de él. Y decía que no sabía como se comportaba un padre.


Sonreí de nuevo.



- Y el niño, ¿cuántos años tiene?


- Dos. Se llama Josh,


- Bueno, estonces todo lo que hay es que esperar a la prueba de ADN. No es necesario que estés deprimido – dije intentando animarle un poco.


- Ya, pero es difícil hacerse a la idea.


- Supongo. Muy bien, vuelvo adentro – dije apretándole el brazo.


- Yo entro en unos minutos.
 Cuando ya iba a atravesar la puerta me llamó.



- Katie


- ¿Si? – dije volviéndome hacia él.


- Gracias


- De nada – dije sonriéndole.



Volví adentro.



Los cuchicheos terminaron, pero las miraditas no. Bueno, al menos mis oídos podían estar tranquilos, me consolé. Hice mi mejor esfuerzo para ignorarlas y antes de lo que pensaba mi turno se acabó.


Mientras me montaba en el coche, vi nuevamente a Lion hablar por el móvil.


Quizás Shirley y Josh sería una buena influencia para él. Y talvez, ser padre le llenara de más felicidad que “perseguir” mujeres.
Estaba deseando conocerla y también a Josh.

 
Arranqué el coche y fui a casa.

viernes, septiembre 25, 2009

XX.

Estaba siendo una noche de viernes relativamente tranquila. El local estaba ocupado por los empleados, el dueño y los clientes habituales. Yo realmente adoraba aquellas noches de calma en los que no existía el típico frenesí de ir de aquí para allá llevando pedidos o limpiando las mesas que se iban desocupando. Aquella noche hasta Lion parecía tranquilo, pero yo sabía que estaba preocupado. Y también sabía por qué.

 
Varios días antes, escuché una conversación telefónica suya antes de comenzar mi turno. Él estaba de espaldas y yo pasé cuidadosamente tras él, pero oí claramente las palabras “prueba a de ADN” y “paternidad”; así que alguien había hecho padre al seductor. Y su preocupación era comprensible, ¿él, padre?



No le dije nada, se suponía que desconocía el asunto. De todas formas ¿qué podía decirle? “¿Felicidades papá?”; intentaría estrangularme después del momento de shock. Y ¡qué demonios! Había tanta paz cundo no se insinuaba a nadie…
 Me acerqué a Katy, una amable anciana que venía a tomar tarta de frambuesas dos veces por semana, para saber si necesitaba algo



- No, gracias querida. Eres un cielo.


- No siga por ahí, Katy, me hará sonrojar.



La anciana me ofreció una afable sonrisa y palmeó ligeramente la mano que yo tenía apoyada sobre la mesa. Le devolvía la sonrisa y me giré para dirigirme hacia la barra.



Y fue cuando todo comenzó a ir mal.
Kyle entró por la puerta y se detuvo buscando con la mirada hasta que me encontró.


¡Santo Dios! ¿No podía estar tranquila ni un minuto?


Él caminó hacia sin perderme de vista en todo el trayecto.



- ¿Tienes un minuto?- me preguntó.


- ¿Qué quieres Kyle?- le pregunté con brusquedad.


- Hablar contigo


- Estoy trabajando


- Lo sé – dijo apretando la mandíbula. Estaba enfadado.


- No hablaré contigo. Márchate.


- Si lo harás- dijo a incapaz de disimular su enfado.


- No.


- Si lo harás- repitió cogiéndome del brazo con fuerza. Me lastimaba.


De pronto, alguien lo giró y le dio un puñetazo en la cara. Con todo, yo caí al suelo, al contrario de Kyle, que consiguió mantener el equilibrio.


Cuando me puse nuevamente en pie, pude comprobar quien había golpeado a Kyle: Jimmy.

 
¿De dónde había salido? Estaba completamente segura de que no estaba en el bar esa noche.



No tuve mucho más tiempo para pensar ya que Kyle se dirigió a Jimmy y le golpeó. Para ese entonces, ya todos miraban la escena. Y cuando ya parecía que nada podía ir peor, la situación se agravó. Ambos encajaron varios golpes. Se me paró el corazón cuando los vía atravesar una de las ventanas del local. Estaba horrorizada y ellos parecían decididos a matarse a golpes el uno al otro.



Mike salió de su despacho ante el ruido de cristales rotos y cuando vio Kyle y Jimmy peleando fue a separarlos. Sal, Ray y Chris lo ayudaron. Consiguieron separarlos y no sin dificultades se los llevaron al aparcamiento trasero.
Esto no podía estar pasando.

 
Todos me miraban en silencio, diciéndome que era culpa mía o al menos eso me pareció. Ante semejante clientela, lo mejor era seguirlos a la parte de atrás.


Mientras caminaba lentamente mi furia aumentaba a cada paso. En cuanto me vieron, Ray, Sal, Chris y Mike volvieron al bar.
- ¿Qué creíais que hacíais?- les grité.


- Yo…- dijo Kyle.


- Yo… - dijo Jimmy


- ¡Callaos! – grité, cerrando los puños con fuerza, intentando no acercarme a ellos y golpearlos.
Y para mi sorpresa obedecieron.
- ¿Quién creéis que sois?- dije enterrando mis uñas aún mas en mis palmas - ¿Eh?



Ninguno contestó. Parecían conmocionados.



- Ninguno de los dos sois mi dueño. Yo elijo que hacer con mi vida y como manejar mis asuntos. Kyle – dije mirándole- No se realmente que esperas. Una vez fui tuya. Ambos sabemos lo que pasó. Creer que puedes venir aquí y exigirme tantas explicaciones como sientas que te debo, estás completamente equivocado. Y tu – dije dirigiéndome a Jimmy-Tu y yo nunca hemos estado juntos. No te debo nada. Y no tienes que venir a rescatarme, puede defenderme sola. Y si alguno de los dos, se atreve a comportarse de manera posesiva sobre mí otra vez, os juro que no desearéis verme furiosa.



Y me alejé de ellos. Afortunadamente, ninguno de los dos me siguió. No sabía lo que habría hecho. Entré en el bar y me dirigí al baño, en el corto trayecto hasta él, pude sentir varias miradas sobre mí.
Me miré al espejo.
 - ¡Dios! ¿Cómo ha pasado todo esto?- le dije a mi propio reflejo.


Mis manos temblaban y mis ojos estaban llorosos. Ya no pude evitar por más tiempo las lágrimas y las dejé correr abundantemente por mis mejillas.


Después de mi pequeña crisis de histeria, me refresqué la cara y fui a ver a Mike. Él estaba en la barra y en cuanto llegué hasta él, me ofreció que fuéramos a su despacho. De camino a él, ví como Caroline barría los trozos de cristal de la ventana que se había roto. Contuve nuevamente las ganas de llorar.


Mike me indicó con la mano que me sentara. Y lo hice.


- Mike yo… lo siento. Los siento tanto… te pagaré la ventana…lo prometo – dije intentando evitar un sollozo.


- Olvídate de la ventana. El seguro lo pagará. Lo importante es ¿estás bien? – dijo levantándose y acuclillándose junto a mí tras rodear el escritorio.


- No lo se – le contesté. Un la lágrima escapó y recorrió mi mejilla. Mike la secó con su dedo pulgar.


- Está bien. No te preocupes por nada. ¿Por qué no te vas a casa y descansas?- dijo frontándome el brazo.


- Pero…


- Shhh- me interrumpió- Las demás pueden ocuparse de todo.


- Está bien. Gracias.

 
Ambos nos levantamos.


- Gracias – le dije de nuevo.


- De nada – me contestó abrazándome. Su abrazo se sentía bien.


Pocos segundos después, salí al aparcamiento trasero para recoger mi coche. Kyle y Jimmy no estaban allí. Me subí al coche y conducí a casa. Cuando llegué apagué el motor y las luces y permanecí en el interior del coche. Estaba tan cansada. Toda mi energía se había ido en las últimas horas. Me sentí aturdida al recordarlo todo.


Sacudí la cabeza para aclararme la mente, pero no funcionó. Necesitaba dormir. Hice un esfuerzo sobrehumano y me bajé del coche. Cerré la puerta tras de mi en casa, Alfred ya estaba durmiendo. En cuanto llegué a la cama, me deje caer sobre ella y sentí como en pocos minutos el sueño me vencía mientras escuchaba los suaves ronquidos de Alfred procedentes del salón.




Cuando me levanté al día siguiente, encendí la cafetera y miré por la ventana. Perfecto. Ni siquiera el clima me ayudaba. Estaba nublado, tal vez, llovería. Suspiré y me dejé caer en una de las sillas de la coina mientras se hacía el café.


Alfred se levantó pocos minutos después.



- Buenos días princesa – dijo dándome un beso en la cabeza.


- Buenos días – le contesté. E intenté sonreírle aunque a penas lo conseguí


- ¿Cómo estamos esta mañana?


- Bien – mentí.



No preguntó nada más, pero yo sabía que mi mentira no había sido convincente. Agradecía a Dios que Alfred lo dejara estar. No me sentía con fuerzas para contarle toda la historia, y era bien larga.


Mike llamó diciendo que me daba el día libre. Se lo agradecí con toda el alma. Me había pasado la noche durmiendo a intervalos de dos horas. Cuando despertaba, las imágenes de lo ocurrido en el bar se repetían una y otra vez en mi mente. Me hubiera quedado despierta una vez que Alfred e marchó pero ¿para qué? Quizás tuviera suerte y durmiera un par de horas más. Dios sabía que las necesitaba











viernes, agosto 21, 2009

XIX

Al principio, yo no pensaba ir, pero en el transcurro de los últimos días había escuchado tantas versiones de cada uno de los aspectos del nuevo puente, que cuando Alfred me dijo que se marchaba a la reunión, decidí acompañarlo.

Entramos cogidos del brazo como buen padre e hija. Y de haber podido escoger, me hubiera gustado que mi padre fuera como Alfred. Comenzamos a saludar.

El salón del ayuntamiento estaba muy concurrido. Los habitantes de Red Hills charlaban mientras esperaba a que diese inicio la reunión por la cual estaba allí. Me reuní con Linda y Caroline en las últimas filas de sillas del salón. Eve correteaba por el lugar con otro niño de su misma edad.

- Pensé que no ibas a venir – preguntó Linda.
- Ya, eso pensaba yo también. Pero de tanto oír hablar del asunto, me picó a curiosidad – dije sonriendo.

No tuvimos ocasión de continuar nuestra conversación. La alcaldesa y los concejales hicieron acto de presencia y la gente, incluidas nosotras, comenzó a sentarse, pero no de hablar. La señora Bloom, la alcaldesa, que también era la recepcionista del Dr. Marsh tuvo que pedir silencio a través del micrófono instalado frente a ella sobre la mesa. Los murmullos se fueron apagando poco a poco hasta extinguirse.

- Os doy la bienvenida – dijo – a esta reunión. Como sabéis he vivido aquí, en Red Hills, durante toda mi vida – comenzó el discurso – Adoro este pueblo tanto como vosotros y todos coincidimos durante una asamblea la de necesidad de que Red Hills estuviera bien comunicado. Llevé a cabo diversas gestiones y puedo deciros que nuestro sueño se verá cumplido con la construcción de un nuevo puente – se interrumpió debido a los aplausos – Sin más demora- continuó os dejo con el arquitecto responsable del proyecto.

Y dijo su nombre, pero en es momento el micrófono falló y los únicos que se enteraron fueron los de la primera fila. Entonces, un hombre delgado y de pelo color marrón se levantó de su asiento de la primera fila y se colocó en el atril que estaba localizado a la derecha de la mesa donde se hallaban la alcaldesa y los concejales, pudiendo de esta forma, verle sus ojos azul claro.

Tuve unos segundos de incredulidad y después, mi cuerpo se tensó de un ramalazo. Vi de reojo a Linda, que estaba sentada a mi lado volverse hacia mí y mirarme confusa. Yo no podía decirle nada. Solo podía pensar ¿por qué a mí? ¿ por qué me tiene que pasar esto a mí? No podía haberse ido definitivamente. ¿Mi historia con él nunca llegaría a su fin? ¿Siempre volvería para aterrarme?
Linda miró a Caroline y ésta le indicó con un gesto de su mano que después le contaría.
Mientras tanto, los aplausos había cesado y el arquitecto estaba presentándose.

- Buenas tardes – saludó – Me llamo Kyle Swanson y soy tal y como a dicho la señora Bloom, el arquitecto responsable de este proyecto.

A partir de ese momento, ya no escuché nada más. Me sumí en mis pensamientos, cosa no muy buena la mayoría de las veces, al menos, a lo que mi experiencia respecta. Me enfadé. ¿Por qué tenía que aparecer allá donde yo estuviera? ¿Cómo podía estar ahí? ¡Si se había ido! Pero estaba de vuelta. ¿Cómo puede ser? De todos los pueblos del país, ¿por qué Kye tenía que diseñar un puente para el pueblo en el que yo estaba viviendo? No era justo. Yo solo quería vivir tranquila y aquel hombre me lo impedía. Bueno, está bien, me dije a mi misma, está aquí pero eso no quiere decir que tengas que hablar con él. Solo espera a que haga su presentación, luego él se irá y no lo volverás a ver nunca más. Pero después de lo de aquella tarde ¿como podía estar segura de que sería así? Me respondía mi misma. No podía estar segura.

Después de todo, pedir un poco de suerte, era pedir demasiado. La señora Bloom me enfiló y no me pude zafar. Me preguntó por el trabajo y por Alfred. Intenté contestar a todas sus preguntas sin que fuera obvio las ganas que tenía de irme de allí. Le estaba diciendo que tenía que irme cuando alguien no interrumpió.

- Disculpen – dijo- Señora Bloom, sólo quería despedirme. Debo volver a Middletown y …-. No pudo continuar, había reparado en mí y yo solo estaba allí, de pie, junto a ambos. Al percatarse de cómo me miraba, la alcaldesa me dedicó una sonrisa coqueta.
- ¡Oh! Permítame presentarles. Kyle Swanson, Katie North – dijo sonriendo ampliamente.
- Encantada- dije apresuradamente – Lo siento Susan, pero me tengo que marchar. Dale recuerdos a Bill.

Me volví y me dispuse a buscar a Alfred. Esperaba encontrarle pronto. Pero eso era también demasiado pedir. Mientras transitaba entre la gente, alguien me cogió del brazo y me giré para ver de quién se trataba. Y allí estaba él, con su traje de chaqueta color marrón y sus ojos azul cielo. –Ven – me dijo. Me llevó a un rincón.

- ¿Qué quieres? – le interpelé. Si había que hablar, mejor que la conversación terminara cuanto antes.
- Para empezar un hola no estaría mal – me dijo desafiante. Le di varios segundos.
- Hola – le dije toscamente.
- Desapareciste.
- ¡Por favor! ¡Tú no querías que me quedara! – dije indignada.
- No es verdad. Yo…
- Si que lo es – le interrumpí- Lo ví en tus ojos.

Él no dijo nada, simplemente me miró con fijeza. Sinceramente no sabía lo que estaba viendo en mis ojos o lo que esperaba oír. Peor no quería pasar ni un minuto más junto él.

- Si me disculpas – dije volviéndome.
- Espera- dijo agarrándome del brazo.
- ¡Suéltame Kyle! – le dije furiosa.
- No. No te irás sin hablar conmigo – dijo aumentando la fuerza de su agarre en torno a mi brazo. Me estaba haciendo daño.

Nos miramos con furia fijamente.

- Katie – dijo una voz - ¿Te está molestando?

Me sentí momentáneamente aliviada.

- No – dije mirando aún a Kyle – Yo ya me marchaba.

Kyle me soltó. Me giré y miré a Jimmy. –Gracias- le dije comenzando a caminar hacia la salida. Jimmy me siguió.

- Espera –me dijo cuando salimos por la puerta – Quiero hablar contigo.

Joder, pensé. Tierra, trágame, pero obviamente no pasó. Afortunadamente mi mala suerte no podía durar eternamente. Y sentí un alivio enorme cuando vi a Alfred allí fuera con sus vaqueros y su camisa verde apoyado sobre su coche.

- En otra ocasión Jimmy – le dije yendo hasta Alfred- ¿Estás listo? –le pregunté.
- Por supuesto princesa – dijo abriéndome la puerta.
- Pero…-dijo Jimmy.
- En otra ocasión. Lo prometo. E intenté sonreírle.

Me subí al coche y Alfred arrancó.
¿Y ahora qué? Kyle era el arquitecto a cargo, tendría que venir cada pocas semanas para supervisar como iba la construcción del puente. Se me pasó por la cabeza la idea de mudarme nuevamente, pero ¿dónde tendría tanta suerte como en Red Hills? Me encantaba aquel pueblo y sus habitantes. No quería irme, así que lo deseché. Peri aquella decisión no me solucionaba nada. Y luego estaba Jimmy. ¿Por qué yo no podía afrontar los problemas de uno en uno? ¿por qué los dos tenía que ponerse de acuerdo para elegir el mismo momento? Le odie por ello. Aunque bien sabía que no era cierto. No odiaba a ninguno de los dos.
En ese momento desee ser más fea, así, no hubiera conquistado a Kyle y no hubiera interesado a Jimmy. Grité de frustración.
Alfred, a mi lado, se sobresaltó. Acabábamos de llegar a casa.

- ¿Estás bien? – me preguntó con preocupación

Intenté sonreírle.

- Sólo necesito estar sola. No me esperes despierto – dije dándole un beso en la mejilla.

Me alejé sin rumbo fijo. Sólo quería pasear.

miércoles, agosto 05, 2009

XVIII.

Disfruté de la maravillosa compañía de Alfred durante unos cuantos días. Se quedó conmigo en casa y durmió en mi sofá. Yo no estaba muy conforme, no quería acarrear el dolor de espalda a su lista de achaques, porque durmiera en un viejo sofá-cama. Pero insistió tanto en que estaría bien, que tuve que ceder. Los dos éramos bien tozudos pero irremediablemente Alfred me ganaba.

Pasé la mayor parte de mi tiempo con él, conversando y empapándome de esa tranquilidad y sabiduría que de él emanaba. Alfred pasaba también parte de su tiempo en el café, donde solía leer el periódico todos los días, charlaba con Caroline y pronto ya los conocía a todos. Por la mañana, después de tomar su café y leer el periódico, iniciaba su paseo matutino. ¿A dónde iba? Nunca se lo pregunté, pero tampoco había mucho que ver o por donde pasear en Red Hills, obviamente, comparado con lo que puedes hacer en una ciudad. Y cuando volvía a cas, después del trabajo, Alfred siempre me estaba esperando.

Por otra parte, Linda debió contarle a Caroline de nuestra conversación telefónica porque no me preguntó nada a cerca de Jimmy, y conociéndola también, de no ser así, sería un poquitín raro. Pero para mí, estaba bien. Al menos mis dolores de cabeza desparecieron y Alfred me trajo la felicidad que necesitaba con su visita.

En pocos días las conversaciones cotidianas cambiaron de la fiesta de la fruta a la próxima reunión en el ayuntamiento en la que se presentaría el proyecto del nuevo puente con el que contaría Red Hills en el futuro. Iba a ser un acto meramente informativo, el diseño estaba listo aprobado por la alcaldesa y la empresa constructora ya había sido elegida. Aún faltaban algunas semanas para que se iniciaran las obras. Por supuesto, previamente, había habido un largo proceso del que yo sólo tenía conocimiento parcialmente. Obviamente, había habido una votación en el ayuntamiento a cerca de la construcción o no del puente, otra para la aprobación del presupuesto ofrecido por varias constructoras.

Después de todo eso, la reunión solo serviría para ilustrar el aspecto final del puente así como su localización exacta. Sería la semana siguiente en el mismo ayuntamiento. La presidiría la señora alcaldesa y junto a ella, estarían el resto de concejales. Toda la población estaba invitada.

Hasta ese momento el acceso a Red Hills solo se podía realizar a través de varías carreteras secundarías hasta la interestatal. Con la construcción del nuevo puente el camino sería, el camino sería mucho más corto, a penas habría que transitar por carreteras secundarias, puesto que el mismo puente en lazaría con la interestatal, ahorrando tiempo de viaje y permitiendo el no tener que recorrer tanto trayecto para llegar a otros pueblos que estaban realmente cercanos a Red Hills.
Y los habitantes soñaban con poder utilizarlo en breve. Pero obviamente, para que el sueño se hiciese realidad aún faltaban muchos meses.

XVII.

El día festivo pasó y por suerte para todos lo que trabajábamos en O´Neall´s, Mike nos dio a todos el día libre. Un encanto de hombre. Aunque probablemente pensó que más de uno no estaría en condiciones de trabajar al día siguiente. Cuando desperté era ya tarde. Por un momento, pensé en la noche anterior, pero era mejor no hacerlo, hacia más mal que bien. Tome una ducha, preparé el almuerzo y lo comí.

A eso de media tarde recibí una llamada de Linda.

- ¿Si? – dije constando a la llamada.
- ¿Cómo te fue anoche? – preguntó sin ni siquiera saludar. Esta era mi amiga.
- ¿Linda? ¿Eres tú?
- Si, si. Claro que soy yo. Cuenta, cuenta.
- ¿El qué? – pregunté haciéndome la tonta.
- ¡Oh vamos! Jimmy y tú estabais muy acaramelados anoche.

Hubiese sido demasiado pedir que nadie nos hubiera visto, pero me había abstraído tanto que no sabía si quiera en qué momento me pegué más a él. Mierda.

- ¿Sigues ahí?- preguntó ante mi mutismo.
- Si – dije suspirando.
- Pues cuéntame algo. Te estoy llamando desde el trabajo.
- ¿Estás trabajando? ¿Un domingo? – pregunté perpleja.
- Si, algunas no tenemos tanta suerte. Pero no te desvíes del tema. Cuéntame.
- No hay nada que contar
- No me lo creo
- Como prefieras… - dije dispuesta a colgar. Pero no podía dejarla sí. –Mira. Quisiste que fuera a la fiesta y fui. Si, bailé con Jimmy y después de eso, me escondía de él lo máximo posible hasta que regresé a casa.
- Pero ¿por qué?
- No quiero hablar más del asunto Linda.

Me despedía y colgué sin darle tiempo a replicar. ¿Por qué Caroline y Linda estaban tan interesadas en que Jimmy y yo estuviésemos juntos? ¿Por qué no se buscaban un hombre y me dejaban tranquila de una buena vez?


Pensé que una vez pasado el fin de semana, todo estaría bien.

Era miércoles y Jimmy aún no había pasado por el café y yo empezaba a temer realmente el momento en que tendría que darle una explicación. Pero que no lo viera no quiso decir que no tuviera que pensar en él.
Julie vino al café aquel día y supe desde el momento en que entró que venia a hablar de su hermano. Ignorarla no me serviría de nada y estaba claro que quería hablar conmigo, se sentó en una de mis mesas. Respiré hondo un par de veces y me acerqué a ella.

- Hola – me saludo.
- Hola ¿qué te pongo?
- Un zumo de arándanos, por favor
- Marchando…

Cuando volví a su mesa y me preguntó si tenía un minuto, deseé con todas mis fuerzas que me tragara la tierra. Me resigné u me senté junto a ella en una silla.

- Tu dirás – le dije invitándola a ha hablar con un gesto de mi mano.
- Bien. Verás, mi hermano está muy confuso.
- ¿Confuso?

Yo no diría eso. Más bien, la que estaba confusa era yo. Él estaba bastante seguro y si no era así, al menos no lo aparentaba.

- Si lo tienes confundido.
- ¿Y él te ha enviado a hablar conmigo?- me aventuré a decir. Porque aún no sabía por qué Julie estaba allí.
- No, no. Si Jimmy se enterase de que he venido para esto, me mataría – dijo sonriendo- Así que por favor no le digas nada.
- No lo he vista desde la fiesta.
- Ya.

No dije nada. Mejor dejarla continuar y ver hacia dónde iban los tiros.

- Por lo que me ha contando os lleváis bastante bien.
- Si- me limité a decir.
- Sois amigos
- Podría decirse así.
- Pero te besó y tú le devolviste el beso.
- Si- dije con reticencia.
- Y bailaste con él.
- Si
- Y después huiste -. No podía decir que no era cierto era la pura verdad.
- ¿A dónde quieres llegar Julie?- dije. Se me estaba acabando la paciencia.
- A que siempre que estáis juntos, os sentís atraídos, pero al final siempre lo dejas tirado. Huyes.
- Quizás sería mejor que él resolviera sus propios asuntos- dije haciendo un esfuerzo enorme para disimular la furia que estaba aflorando a la superficie.
- Tal vez, pero es mi hermano, lo quiero y me preocupo por él.
- Lo sé. ¡Pero él no puede esperar que caiga rendida a sus pies!- dije un poco desquiciada.
- ¡Él no espera eso!- dijo un poco más alto de lo normal – Él solo quiere saber por qué te comportas de esa forma de extraña. Personalmente – continuó sin dejarme decir nada – creo que estás echa un lío u que no sabes si sientes algo por mi hermano o no. Tendrías que pensarlo.

¿Pensarlo? ¿Pero si cada vez que lo pensaba estaba más lejos de llegar a una conclusión?

- Tal vez- dije en un susurro.
- Bueno, me tengo que marchar – dijo incorporándose de la silla. Yo me levanté junto con ella.
- Si, tengo que volver al trabajo
- Me ha gustado verte de nuevo. Adiós.
- Adiós.

Cuando salió por la puerta me volví a sentar. Aquella conversación me había robado gran parte de mi energía.

- ¿Estás bien? – me preguntó Caroline cuando pasó cerca de mí.
- Perfectamente- dije automáticamente levantándome de la silla y yendo hacia la barra. Pude sentir su mirada posada todavía sobre mí.

Trabajé intentando no pensar en nada que no fueran pedidos y cuando mi turno terminó, recogí mi bolees del despacho de Mike y me fui a casa sin despedirme de mis compañeros. Quería estar sola.

En cuanto llegué a casa, me dejé caer en la cama y poco después ya estaba dormida. Soñé algo muy raro. Era un extraño collage donde salían Jimmy, Kyle, Eve, Caroline y Linda. Cuando intenté recordarlo, no pude, aunque aún conservaba algunas imágenes en mi cabeza, no les encontré ningún sentido. Me fastidió. Ya ni siquiera podía dormir tranquila.

Aunque mi mente no paraba quieta ni un minuto, pasé el resto de la tarde relativamente tranquila. Intenté pensar en buenos momentos, en cosas alegres.
A pesar de todo, me acosté temprano esperando que el día siguiente fuese un nuevo y feliz día.

Y vaya si lo fue.

Como siempre fui a trabajar y a eso de medio turno, vi a la segunda persona que menos esperaba ver en Red Hills.
Cuando entró por la puerta me quedé de piedra. Peri ahí estaba con su pelo cano, sus ojos expresivos color azul claro, esas arrugas que dulcificaban su rostro y su piel bien blanca en comparación con la mía. Alfred. Era el inglés más simpático que nunca había conocido y eso que ellos tienen fama de no manifestar sus emociones o sentimientos. Él me sonreía abiertamente.

- ¡Alfred! – dije mientras corría hacía a él y le abrazaba.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de cuanto necesitaba uno de sus abrazos. La felicidad me inundó al instante. Yo no le solté y él no hizo por deshacer el abrazo, se dedicó a frotarme la espalda con una de sus manos.
Finalmente me separé de él y fue cuando me fijé de que casi todo el mundo nos miraba.

- No puedo creer que estés aquí – le dije - Ven, siéntate. ¿Quieres beber algo?- le pregunté.
- Una cerveza, por favor.
- Por supuesto – dije girándome hacia a barra.

Cuando llegué hasta ella, Mike, que se encontraba hoy en ella, ya había sacado el botellín de la nevera y lo había abierto. Le sonreí y volví rápidamente con Alfred.

- ¿Cómo estás? - le pregunté mientras ponía el botellín y un vaso en la mesa y me sentaba junto a él.
- Con mis achaques pero bien – dijo tomando un sorbo de su cerveza directamente del botellín.
- ¿Cómo has llegado hasta aquí?
- Conduciendo por supuesto
- Pero ¿y tu cadera? ¿No se ha resentido con el viaje?

Alfred llevaba ya varios años soportando bastante dolor en la cadera. Tenía temporadas mejores y peores pero para él los cambios del tiempo era un suplicio. Él solía decir que lo único bueno de aquello es que sabía cuando iba a llover o a mejor el tiempo. Se resignaba. Él decía que se estaba haciendo mayor, pero no era tan viejo. No recuerdo ninguna vez que me comentara que iba al médico. Pero lo conocía y él no hubiese aceptado ir a una consulta.

- Un poco solo, por el largo viaje hasta aquí, pero paré un par de veces para estirar las piernas antes de llegar a Red Hills

Le sonreí. Tenerle allí conmigo era genial.

- Bueno y tú ¿cómo estás?- me preguntó.
- Estupendamente
- ¿Ya tienes nuevo novio?

Revoleé los ojos y negué con la cabeza.

- ¿Cómo es posible? ¿Los hombres de este pueblo no tienen ojos e la cara para fijarse en ti?

Reí antes sus preguntas. Cuando iba a contestarle, Caroline me tocó en el hombro.

- Katie, Mike dice que puedes tomarte el resto del turno libre – me dijo.
- Caroline, te presento a Alfred, un viejo amigo. Alfred, ella es Caroline, mi compañera y una buena amiga – dije presentándoles.

Ellos se dieron la mano.

- Un placer – dijo Alfred.
- Igualmente – contestó Caroline.
- ¿De verdad a Mike no le importa que me vaya?- pregunté dirigiéndome a mi amiga.
- De verdad. Vete. No te preocupes – me dijo con una sonrisa en los labios.
- Está bien. Iré a recoger mi bolso.
- Estaré fura – me dijo Alfred – Ha sido un placer conocerte – dijo levantándose y girándose hacia Caroline. Luego, se encaminó hacia la puerta

Yo fui al despacho de Mike a por mi bolso. Antes de marcharme pasé por la barra para darle las gracias.

- No hay de qué- dijo- No hay mucha gente y además, te emocionaste tanto cuando le viste…

Le reiteré mi agradecimiento y salí fuera del café, donde Alfred me esperaba apoyado sobre su bonito coche oscuro, el cual tenía una fina capa de polvo sobre él.
Ambos montamos en nuestro propio coche y él me siguió hasta casa.

- Bien aquí es donde vivo – le dije cuando los dos salimos de los coches- En esta casa vive mi amiga Linda y yo vivo encima de su garaje
- ¿Encima de su garaje? – me preguntó con uan expresión que denotaba que no le parecía bien.
- Si. Está bien y yo no necesito más espacio.

Subimos las escaleras y le abrí la puerta Cuando le dejé pasar, observó un poco a su alrededor.

- ¡Ah! Esto está mejor de lo que esperaba.
- Ya te lo dije. ¿Por qué no te sientas?

lunes, julio 06, 2009

XVI.

Cuando le dije a Linda que no habría ocasión de ponerme mi magnífico vestido, estaba completamente segura de ello. Pero me equivoqué.

Una semana después, Linda vino muy emocionada hablando de la ocasión perfecta para llevarlo.

- ¿La fiesta de la fruta?- le pregunté perpleja – No sabía que existiese una fiesta de la fruta.
- Bueno, se celebra anualmente. Somos los mayores productores de manzanas de la región.
- Ahh -
- Se escoge a una reina entre las adolescentes. De vez en cuanto tenemos alguna realmente bonita.
- De acuerdo. Pero aún así, me parece demasiado elegante.
- No digas tonterías. Estarás genial. Si te tranquiliza, prometo ir también elegante. Acapararemos todas las miradas – dijo dándome un pequeño codazo y sonriendo de oreja a oreja.
- Estás muy emocionada ¿no?
- Bueno, no tenemos muchas oportunidades de desmadrarnos por aquí ¿sabes?
- ¿Y cuándo es el evento?- pregunté.
- De aquí a dos semanas. Ya verás, te lo pasarás estupendamente.
- Si tu lo dices – dije con reticencia.
- ¡Ni que te fuéramos a torturar! – bromeó.
- Está bien – dije riéndome.
- Muy bien. Así me gusta – dijo levantándose de mi sofá prácticamente dando un brinco para abrazarme – Me tengo que ir, tengo que hablar con Caroline. Adiós.
- Adiós.


En cuanto llegué al trabajo al día siguiente, Caroline también me lo comentó y en pocos días ya había carteles en los escaparates de algunos establecimientos.

Era frecuente que grupos de chicas vinieran a tomar un heleado o un batido los fines de semana o por la tarde, y una semana antes de la festividad, sus parloteos eran frenéticos. El ambiente se llenaba de “¿has visto mi nuevo vestido?”, “¿te presentarás para reina?”, “¿quién te va acompañar?”, “¿crees que me besará?” “Será estupendo”, “cuento los días para que llegue”, “no pienso en otra cosa”. Y mientras los días se acercaban al sábado, más ganas tenía yo de que pasara de largo. Adolescentes y su idea del amor.

Sus revuelos, después de dos semanas, me daban dolor de cabeza. E incluso me dije que dejaría las aspirinas después de la fiesta, últimamente había tomado más que en toda mi vida, demasiadas según mi opinión.

La celebración sería en un salón propiedad de Marc Jensen, el único lugar lo suficientemente grande para albergar a tanta gente. En ocasiones, Marc lo alquilaba para banquetes de bodas cuando éstas eran familiares o no muy concurridas. Un grupo de músicos aficionados se encargarían de la música y la Señora Philips de la pastelería, y la Señora Anderson de la peluquería de la comida y de la bebida.



Bien, el día señalado llegó. Afortunadamente para mí, era día festivo y pude darme un relajante baño de espuma, me relajó tanto que casi me quedé dormida menos mal que alguien tocó el claxon en la calle.
Me tomé las cosas con calma, después de todo, tenía toda la tarde para arreglarme. Me metí en el vestido, me peiné y me maquillé. Cuando me miré al espejo pensé que me había pasado, parecía más que iba a una cena benéfica de 500€ el cubierto que una fiesta local en Red Hills, pero ni modo, no iba a desvestirme y volver a empezar de nuevo. Cogí mi bolso de mano y me dirigí al salón de Marc Jensen sola, en mi coche.

Linda hacía un rato que se había marchado para allá. Había venido a casa a ver si estaba lista para irnos juntas, pero al no estar yo preparada del todo en ese momento, le dije que se marchara sin mí.

El salón, no quedaba muy lejos, pero de ninguna manera iría andando vestida así.
Cuando entré por la puerta encontré con la vista a Caroline y a Linda. Me acerqué a ellas.

- ¡Estás estupenda! – dijo Caroline cuando estuve a su lado.
- Ya te lo dije – dijo Linda corroborándolo.
- Gracias. Vosotras tampoco estáis mal del todo – dije sonriéndoles.
- Si, pero definitivamente, no tan bien como tú. Cuando entramos no acaparamos tantas miradas.

No dije nada, me dediqué a echar un vistazo. Ví a Phil que tenía embrazos a Eve mientras bailaban. La pequeña no hacía otra cosa más que reír y sonreír. También vislumbré a Mike, mi jefe, engalanado con un traje bastante elegante, a Lion bailando con una bonita chica así como a mis compañeras, Denise, Carla y Tricia. Jimmy bailaba con una chica que se me hacía familiar. Finalmente, la ubiqué, era la cajera del supermercado que estaba coladita por él. Al parecer, sus esfuerzos habían tenido sus frutos.
Pocos segundos después la canción cesó y él saludó a alguien que se encontraba en la puerta, dejando a la pobre Rebeca tirada. Me giré para ver de quien se trataba. Era una chica unos cuantos años menor que él, de pelo castaños y ojos color miel. Iba ataviada con un bonito y sencillo vestido color verde que le sentaba de maravilla. Se saludaron con un beso en la mejilla y Jimmy la invitó a bailar.

Mientras bailaban pude observarlos mejor. Conversaban y reían. Los dos estaban fantásticos, ella con su vestido verde y él con sus vaqueros, chaqueta y camisa blanca.
Dejé de observarlos cuando Lion apareció de la nada adulándome. Era fiesta, y me dejé piropear e incluso bailé una canción con él. En cuanto la música cesó, me disculpé diciendo que tenía mucha sed. Afortunadamente, él quería bailar con otra mujer y no tuve que inventar más cosa. A pesar de todo me acerqué a la mesa de las bebidas, donde me encontré con Jimmy y con la chica con la que le había visto bailar antes.

- Hola – me saludó Jimmy.
- Hola –
- Estás muy guapa
- Gracias
- Déjame que te presente a Julie, mi hermana pequeña.
- Encantada de conocerte – dije dándole dos besos.
- Igualmente – contestó – Tenía ganas de conocerte, me han hablado mucho de ti.

Le sonreí y le dirigí una mirada significativa a Jimmy

- No es cierto – dijo justificándose.

Yo enarqué una de mis cejas. Decidí dejarlo pasar.

- ¿Se solucionó el problema de fontanería? – pregunté a Julie.
- ¡Oh! Si. Mi hermano es un manitas y yo soy tan torpe con esas cosas…

Le sonreí y les pedí disculpas para reunirme con Caroline y apartarme de aquella situación un tanto incómoda.

- Así que has conocido a Julie.
- Si. Es muy agradable.
- Pensaste que era su novia ¿no?
- No pensé nada – dije un poco a la defensiva – Sabía que tenía una hermana menor, pero no conocía su nombre.
- Admítelo, al menos pensaste que era su acompañante – dijo Caroline mordazmente.
- Pues no – dije ya un poco mosqueada – Realmente creía que su acompañante era Rebeca. Estaban bailando cuando llegué.
- ¿Rebeca? ¿La del supermercado?
- Si.

Caroline rió.

- Más quisiera la chica. Pero no. Jimmy no está interesado en ella. Él solo es amable con Rebeca. ¿A que no adivinas por quien está interesado? – dijo pasándoselo en grande.

Poco después la música cesó completamente y afortunadamente para mi no tuve que responder. Las candidatas a reina de la fiesta de la fruta subieron al improvisado y pequeño escenario con aspecto emocionado.
Tras las presentaciones, la propia alcaldesa anunció a la afortunada. La ganadora resultó ser una joven morena de ojos claros llamada Sara que cuando dijeron su nombre, irradió entusiasmo y felicidad por cada poro de su piel. Y cuando le pusieron la diadema sobre la cabeza sonrió extasiada y saludó efusivamente al resto de candidatas, que no estaban tan contentas de que hubiera ganado. No podía culparlas por ello.
Supe que Sara guardaría esa diadema el resto de su vida. No pude evitar sonreír mientras las observaba.
La música volvió a sonar y cuando fui a volverme, me encontré con Jimmy a mi lado.

- ¿Alguna vez ganaste uno de estos? – preguntó.
- ¿Yo? Que va – dije sonriendo ante la ironía.

Que poco me conocía. De pequeña no me había hecho sentir la más guapa del mundo precisamente. Había cambiado de casa cada poco tiempo y cuando crecía y pensé e hice cosas por mi misma, la frecuencia de cambio de casa aumentó. Con esa vida, ¿en que extraño mundo me hubiera presentado a un certamen de belleza o algo similar?

- ¿Bailas?- preguntó trayéndome a la realidad de nuevo.

Me dije, ¿por qué no?

- Encantada – le contesté. Él me sonrió ampliamente.

Después no me pareció tan buena idea, cuando m di cuento que estaba sonando una canción lenta. En su defensa he decir que no se pegó mucho a mí, pero lo suficiente para que me diera cuenta de lo bien que olía. Me dejé llevar por la música y comencé a recordar una de las primeras citas que tuve con Kyle.
Me llevó a cenara un restaurante muy caro y elegante de Middletown y después bailamos juntos música lenta. Me había sentido realmente bien entre sus brazos.
Y cuando me di cuenta y volví a la realidad, tenía la cabeza apoyada en el hombro de Jimmy y él me sujetaba muy cerca suya por la cintura. ¿Y ahora que hago? Me pregunté.

- Gracias por el baile, si me disculpas… - dije soltándome de su abrazo.

Él me miró confuso. Estaba claro que él se había tomado el baile como un acercamiento entre nosotros. ¿Pero qué le iba a decir? “Lo siento mucho, me dejé llevar pensando en mi exnovio mientras bailábamos “. No podía decirle eso. Me quité de en medio yendo al cuarto de baño y me pasé el resto de la noche escondiéndome de él lo máximo posible. Ojala fuera más valiente y le dejara todo claro.


XV.

Me levanté al día siguiente con energías renovadas. Para aquellas alturas Kyle estaría en Middletown o saldría para allá esa misma mañana. Y estaba segurísima de que no volvería a Red Hills. Por otra parte, si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo, me tocaba turno de mañana. Desayuné un delicioso gofre con café y me vestí. Justo antes de salir me miré al espejo, mi reflejo me regaló una sonrisa. Si, esa mañana mi optimismo emanaba por todos los poros de mi piel.

Antes de montarme en el coche, vi a Linda

- Buenos días- saludó.
- Buenos días
- Hacia tiempo que no coincidíamos en la salida.
- Si. Es agradable trabajar en el tuno de mañana. Últimamente se me van los días en un suspiro.
- A mí me ha pasado lo mismo, demasiado trabajo.
- Ya lo creo. Me marcho o llegaré tarde. Adiós
- Si yo también, hasta luego.

Justo antes de que arrancara el coche, Linda me llamó.

- Katie, tengo la tarde libre. ¿Qué te parece si vamos a Oaks River de compras?
- Claro – dije sonriente- Seguro. Nos lo merecemos.

Ella me devolvió la sonrisa y ambas arrancamos y nos dirigimos hacia sentidos distintos.
Estaba emocionada. ¿Por qué? Saldría de Red Hills, me iría de compras con Linda y además me ayudaría a olvidarme de la visita de Kyle. A pesar de todo, de Oaks River, yo solo conocía el hospital. Ya era hora de ver que más podía ofrecerme.

Cuando atravesé la puerta de O´Neall´s, por primera vez desde que trabajaba allí, Lion aún no había llegado. Me dije a mi misma que era raro, pero estaba segura de que cuando llegara, si era digno de mención, lo diría él mismo. Era su forma de ser. Para mi sorpresa y la de todos los demás, Lion apareció a mitad de turno. Mike se encontraba en la cocina sustituyéndole. No le reprochó nada. Obviamente, le había avisado con antelación. Una vez que se puso a trabajar, Mike volvió a su despacho y mi piropo diario no tardó en llegar.

- Katie, ¿qué te has hecho en el pelo? Estás preciosa.

No me había hecho nada.

- Gracias – le dije.
- Un placer – respondió.
- Venga, venga – intervino Denise – que tenemos muchos pedidos. A trabajar.
- Siempre hay muchos pedidos Denise – le respondió con una leve sonrisa.
- Hoy hay más porque Don Seductor ha venido a mitad de su turno. Además me extraña que no hayas dicho por qué a los cuatro vientos.

La sonrisa de Lion desapareció.

- Asuntos personales – dijo muy serio – Y para tu información, le pedí permiso a Mike – dijo con brusquedad.

Eso si era nuevo. Nunca había visto a Lion tan erio y cortante, y mucho menos con una mujer. Nos adoraba. Por lo general era poco serio, descarado y adulador. Realmente algo le pasaba.
Denise permaneció shockeada durante unos segundos y cuando volvió así misma dijo con voz dubitativa:

- Lo siento, Lion
- Está bien.

Pero estaba claro por el tono de su voz que no estaba bien.

La pobre Denise se pasó la siguiente hora un poco cabizbaja. Era cierto que no era el comportamiento habitual de Lion pero tampoco había que deprimirse. Cuando fui a recoger unos pedidos de la cocina le interpelé:

- Lion – llamé
- ¿Si? Preciosa
- Dile algo a Denise, por favor. Mirála – dije observándola – Lleva una hora que a penas sonríe.

Él no dijo nada.

- Hazlo por mi – le pedí.
- ¿Me deberías una Katie? – preguntó algo más alegre.
- Mientras no quieras una cita, un beso o sexo, si, entonces te debería un favor.

Puso cara de disgusto.

- Eso limita mucho lo que puedo pedirte… Katie, Katie – dijo negando con la cabeza- Está bien – dijo finalmente- Ya veré como me cobro el favor.
- Muy bien – le dije con una gran sonrisa.

Volví al trabajo. Un rato después observé cómo Lion detenía a Denise cuando ésta iba a recoger pedido a la cocina. Intercambiaron algunas frases y después le guiñó un ojo. Denise volvió a sonreír mientras llevaba el pedido a la mesa. Supuse que estaba todo arreglado. Me sentí satisfecha conmigo misma y en poco más de dos horas acabaría mi turno y me iría de compras con Linda.

En cuanto ví un hueco, le pedí a Mike permiso para salir. No me lo hubiera dado si el banco no hubiera estado a dos calles de distancia. Dada la manifiesta reticencia a dejarme salir en mitad de un turno, estuve en el banco en un tiempo record y cuando volví, le di a Mike saludos de Señor Harrison. No había tardado más de diez minutos en ir y volver.

Continué con el trabajo y para mi gratificación personal, Carla llegó temprano. Recogí mis cosas y me dirigí a casa de Linda. Cuando llegué, ella estaba sentada en el porche.

- Hola –saludé- Me cambio y nos vamos ¿de acuerdo?
- No hay prisa. Tómate tu tiempo.

En poco más de diez minutos estaba de vuelta.

- ¿Te importa que vayamos en mi coche? – preguntó
- Claro que no.

Nos montamos en su coche, por supuesto, más elegante y caro que el mío, y nos dirigimos hacia Oaks River. Durante el trayecto escuchamos la radio, la KWN. Observé el paisaje y decidí que el camino era mucho más agradable de día que de noche mientras escuchábamos de fondo Big Girls Don´t Cry de Fergie. Suspiré y me relaje en el asiento. Disfruté de una forma casi lujuriosa de la sensación del sol sobre mi piel con los ojos cerrados.

- ¿Qué tal con Jimmy?- preguntó Linda sacándome de mi paraíso de relajación.
- ¿Jimmy? – le pregunté enarcando una ceja. ¿A qué venía eso?
- Si. El hombre que está loco por ti y al que no prestas atención ¿recuerdas?

La miré con el ceño fruncido.

- No es cierto. Si le presto atención – dije defendiéndome.
- Pero no toda la que él querría.
- Bueno eso es asunto suyo. Por favor, dejémoslo.

No tenía ganas de hablar de ese tema.

- ¿Por qué? ¿Te arrepientes de algo que no me has contado?
- Si, de haber dejado que me besara – dije bajito para mi misma.

Me di cuenta que me había escuchado cuando el coche salió de la carretera y paró en el arcén. Por Dios, qué oído más fino.

- ¿Qué has dicho? – dijo volviéndose hacia mí sobre el asiento.
- Nada – repuse de forma automática.
- Nada no. Has dicho que te ha besado. ¡Desembucha!
- Si – dije rindiéndome. No me iba a dejar tranquila.
- ¿Cuándo?
- Cuando me acompañó a casa después del cumpleaños de Eve.
- Cuéntame. Y ¿qué?
- Nada
- ¿Cómo que nada?
- No estoy interesada en él, lo sabes.

Me miró de una forma que me dijo claramente que ella pensaba que no era cierto. Madre mía. Y eso que no le había contado que le había devuelto el beso. Sería mejor no decir nada más.
- Bien – dijo.

Arrancó nuevamente el coche y volvimos a la carretera. Me sentí aliviada cuando el coche se puso en movimiento de nuevo. Linda no dijo nada más y yo tuve tiempo para pensar. No era tonta, sabía que Jimmy estaba interesado en mí. Después del tiempo de ausencia tras el fatídico beso, parecía que habíamos retomado nuestra anterior amistad. Podía darme cuenta, y de hecho lo hacía, de todas sus buenas cualidades. Era un buen hombre y un buen amigo. Y hasta ahí estaba bien para mí.

Pocos kilómetros después un cartel nos dio la bienvenida a Oaks River. Cuando salimos del coche Linda se animó. Hasta me dio un poco de susto. Fuimos de tienda en tienda a una velocidad asombrosa. Linda no paraba de coger cosas y para cuando yo había visto algo que me gustara, ella ya estaba en el probador con varias prendas y al segundo salía para que le diera mi opinión. Nos reímos mucho.

En el transcurso de las primeras cuatro tiendas llevaba ya cuatro grandes bolsas de papel, mientras que yo sólo había acumulado una. Cuando ya nos íbamos a cenar insistió en entrar a una última tienda. Estaba cansada pero me puso tal cara de pena que no pude negarme. Desde lejos, ví un vestido precioso de color negro, largo y de escote pronunciado. Me encantó y fui a probármelo.
Cuando salí del probador Linda ya había pagado sus compras. Me miró con cara de fascinación.

- Estás estupenda – me dijo
- Es precioso ¿verdad?
- Si. A Jimmy se le va a caer la baba – dijo emocionada.
- Linda… - dije a modo de advertencia. Ella lo captó.
- Está bien, me callo. Pero tienes que comprarlo.
- ¿Y cuando me lo voy a poner? Es demasiado elegante para Red Hills, Linda.
- No digas tonterías, ya encontraras la ocasión – dijo dándome un empujoncito hacia el probador.

Mientras me ponía mi ropa de calle, decidí comprarlo. ¿Cuándo me iba a gustar tanto un vestido otra vez? ¿Quien sabía? Si no lo compraba, seguro, me arrepentiría después.
Cuando lo pagué, por fin, nos fuimos a cenar a un pequeño restaurante italiano situado junto a un antiguo cine. Después de cenar, Linda me propuso ir a ver una película, pero le dije que por un día había sido suficiente. Nos montamos en el coche y volvimos a Red Hills.

Resultado de mis compras: Un vestido precioso, una camiseta color turquesa y un pantalón vaquero.
Resultado de las compras de Linda: ¿Quién iba a saberlo? Yo no desde luego.

XIV Encuentro

El día estaba siendo igual de rutinario que cualquier otro. Lion me había dicho como todas las mañanas lo guapa que me veía, a pesar de que no me esmeraba especialmente cuando iba a trabajar. Lion siempre era excesivamente adulador, al menos conmigo.
Jimmy parecía haber decidido que a pesar de mi rechazo no iba a rendirse. Su conversación era como si el beso no hubiera ocurrido. En parte era un alivio porque si él podía olvidarse de ello, yo también y así, no me sentía tan tensa cuando pasaba por el café.

Miré hacia las mesas al otro lado de la barra. Di un barrido rápido para comprobar que todo estaba bien. Cuando terminé, me vino a la mente algo que había visto a lo que no había prestado a penas atención. Una persona, un hombre. Estaba de espaldas a mí pero se me hacía familiar. Se inclinaba sobre las mesa observando unos papeles ¡No podía ser! ¿Qué probabilidades había de que Kyle Swanson, arquitecto de Middletown estuviera en Red Hills? Muy pocas, me contesté a mi misma, pero había algo en su forma de moverse… Entonces, el hombre giró la cabeza hacia las ventanas. Era él. No había error. Me asusté. ¿Qué hago? Me dije. No estaba preparada para enfrentarme a él. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y cuando mi miedo se estaba convirtiendo en terror Caroline atrajo mi atención.

- Katie, atiende a la mesa ocho.

Me giré hacia la mesa y un instante después giré sobre mis talones y me dispuse a suplicar.

- No puedo, Caroline.
- ¿Cómo que no puedes? No digas tonterías- dijo quitándole importancia.
- Por favor, hazlo tu, por favor

Caroline levantó una ceja.

- ¿Le conoces?- preguntó suspicazmente.
- Si- conteste tras un par de segundos. No había forma de evitar esa pregunta.
- Está bien, pero con una condición.
- ¿Cuál?- dije bajito. Lo de las condiciones no me gustaba.
- Me tendrás que decir que pasa con él. ¿Está bien?
- De acuerdo – dije a regañadientes.

Entre enfrentarme a Kyle y contarle la verdad a Caroline, era más fácil prometerle que le contaría. Está bien, ninguna de las dos sería fácil, lo mirara como lo mirara.

Kyle no estuvo mucho tiempo en el restaurante. Pidió, miró sus papeles un rato más y se marchó. Supuse que tenía prisa. Tanto mejor. Esperaba que estuviera ansioso por volver a Middletown. Pensándolo detenidamente, no había motivo para alarmarse tanto, posiblemente estaba solo de paso. A Caroline solo le contaría lo necesario, incluso tal vez, se le olvidaría y no habría necesidad de decir nada.

Fue un error por mi parte pensar eso. Aunque no fue inmediatamente después de que Kyle se fuera, Caroline sí que exigió una explicación. Cuando ya me iba a casa después de terminar mi turno, me cogió del brazo.

- Espera, espera, no tan deprisa, Katie. Me debes una explicación. ¿recuerdas?
- Bueno, vayamos a mi casa – dije resignándome.

Durante todo el camino estuvimos calladas. Dilaté al máximo el momento de sentarme junto a ella en el sofá, pero ella no se iba a marchar, así que respiré hondo y me senté.

- ¿Y bien?
- Se llama Kyle Swanson y es arquitecto.
- ¿y?- dijo incitándome a continuar.
- Lo conocí en Middletown y me enamoré de él. Y luego… bueno…todo acabó. Viajé un poco y después llegué a Red Hills.

Hacer aquel breve resumen de todo lo que había pasado para Caroline fue más duro y doloroso de lo que esperaba. Estaba segura de que cuando terminé y la miré, mis ojos estaban vidriosos. Ella me abrazó y varias lágrimas consiguieron abandonar mis ojos, pero me opuse con todas mis fuerzas a continuar llorando. Nadie me vería llorar por aquello. Era un asunto personal y así seguiría siendo.

- ¿Estás bien?- me preguntó varios segundos después de soltarme.
- Si. Ya es agua pasada – dije abanicándome con la mano.
- Pero…
- Caroline, por favor, no. Querías que te explicara que pasaba con él y lo he hecho.
- De acuerdo. Si me necesitas, sabes que estoy aquí ¿verdad?
- Gracias – le contesté con una sonrisa. Ella me sonrió a su vez.
- Bueno, me tengo que ir. Eve me está esperando.
- Claro. Dale un beso de mi parte.

La acompañé a la puerta y le dije adiós con la mano mientras se alejaba en su coche. Cuando la perdí de vista, volví a entrar en casa. ¿Qué hago? Me dije. A pesar de haber sido un largo e inesperado día no podía irme a la cama sin más, no haría otra cosa que dar vueltas y más vueltas en ella hasta las tantas. Caminé hacia la ventana y la abrí, la brisa acarició mi cara produciéndome una sensación muy agradable.

Era una noche despejada, la luna menguante iluminaba todo y las estrellas brillaban más de lo que nunca había visto. En una ciudad tienes que contentarte con ver unas pocas, pero allí, en Red Hills, podías creer que veías todo el firmamento. Mientras las observaba un recuerdo vino a mi mente.

Cassiopeia.

Una constelación. ¿Por qué Kyle la elegiría como clave?
Durante todo el tiempo que pasé con él, la astronomía nunca había salido a colación como tema de conversación. Habíamos hablado de muchas cosas, flores, viajes, cine, música, incluso de política, a pesar de que no me gusta hablar sobre ella, pero nunca de astronomía. Me di cuenta de que no conocía mucho a Kyle pero eso no había sido impedimento para enamorarme de él, quizás estaba versado en constelaciones, quizás podría nombrármelas y dibujármelas en una noche despejada. Tal vez le interesara desde pequeño o que fuera una tradición familiar heredada de su padres, o quizás no, tal vez solo era una coincidencia o tal vez tenía un significado especial que yo desconocía o que no había llegado a conocer, dada nuestra corta relación. De lo que estaba segura, es que por mucho que conjeturara, no obtendría ningún resultado. Sería mejor no pensar en ello.

Cerré la ventana, me duché y me fui a la cama. Todo el día de trabajo y el torrente de emociones que había aflorado a la superficie me habían dejado exhausta.

viernes, junio 12, 2009

XIII.

Poco a poco, todo volvió a la normalidad.

Eve salió del hospital dos días después completamente reestablecida y con un sonrisa en la cara. Era sorprendente lo duros que eran los niños, quizás, de haberme pasado a mí, no hubiera podido moverme ni siquiera. Para a mí era un gran alivio que se encontrara bien. Por una parte, me había encariñado mucho con ella y también era un alivio por Caroline. Había estado muy preocupada. A pesar de que estaba completamente bien, Caroline estuvo durante dos semanas, saliendo un rato antes de que terminase el turno, si era de tarde o de noche. Nadie podía culparla. Era su hija nadie más lo había pasado tan mal como ella. Pero después de esas dos semanas volvió completamente a su rutina.

Yo por mi pare además del alivio de saber que Eve estaba bien, había empezado a sentirme cómoda en Red Hills. Quizás fuera mi lugar perfecto para vivir. En ese momento lo sentí así. Me gustaba charlar con Linda tomando un te cuando ambas teníamos tiempo libre. Me encantaba cuidar de Eve y en cierto modo, también de Caroline. Descubrí que tenía la necesidad de cuidar de alguien ¿y quien mejor que ellas? Eran lo más parecido a una familia que tenía.

Durante ese tiempo, Jimmy no vino ni una vez por el local, o al menos, durante la duración de mis turnos. No sabía si era una coincidencia, si estaba más ocupado con el trabajo o si estaba poniendo espacio entre nosotros después de mi rechazo. Me sentí culpable. No debería haberle dejado que se acercase lo suficiente para besarme, pero ya no había marcha atrás. Había ocurrido y por mucho que yo quisiera, no cambiaría con desearlo.

Pero a pesar de ello, estaba feliz y contenta. Alfred me había enviado las cajas con mis pertenencias a través de una empresa de mensajería. Hasta que las abrí no me di cuenta de cuanto había echado de menos mis cosas, pero sobre todo, mis libros. No eran muchos, pero desee volver a releerlos todos de nuevo. Sacar el quemador y poder identificar el olor del incienso en el aire de la habitación me pareció maravilloso. Sentí que todo estaba en su sitio y que yo, estaba donde me correspondía estar.

XII.

Al día siguiente, dormí hasta que me harté. No entraba a trabajar hasta las cuatro y disponía de todo lo que quedaba de mañana para hacer lo que quisiera. Puse en marcha la pequeña lavadora. Mientras funcionaba, no me podía quedar quieta. Estaba optimista y pensé que me apetecía un Browne. Fui a la cocina y me aseguré que tenía todos los ingredientes, gracias a mi gran compra de mudanza, así era. Y comencé a prepararlo, entre tanto, dejé vagar mi mente.

Pensé en Alfred. Lo echaba de menos. Él era lo más cercano a un padre que yo conocía. Añoraba visitarle y que me invitara a un té. Me había ofrecido su cariño sin más, no había pedido nada a cambio. Me hizo sentir tan a gusto las dos primeras veces que fui a verle por problemas con el apartamento, que a partir de entonces, le visité con regularidad. Además, él vivía solo, apenas salía de casa y necesitaba compañía. Pensé en Kyle, en cuanto lo había amado y en cuanto lo quería aún. Pensé en la noche en que empezó todo lo que me había llevado a Kyle; la paliza que Frankie y Chuck le dieron a aquel hombre y en como después le dispararon sin ningún escrúpulo; en como yo no pude evitar quedarme paralizada cuando ellos se dieron cuenta de que yo lo había visto todo; en como llegamos al acuerdo de que si yo conseguía los archivos, ellos me dejarían tranquila. Esperaba no volver a verlos en mi vida. Pensé en Jimmy, en cómo me había hecho sentir ese beso.

Me quede mirando el frigorífico. Cuando volví a la realidad, el programa de la lavadora ya había finalizado, metí la masa del Browne en el molde y lo puse en el horno.

Salí del apartamento con el barreño lleno de ropa y rodee la casa hasta llegar a su jardín trasero. Tal como ella me había dicho había varias cuerdas para tender la ropa; cuando terminé, el aire olía maravillosamente bien a suavizante de colonia. Me hubiera quedado allí, pero tenía que mirar como iba el Browne y además tenía que hacerme el almuerzo.


Poco antes de las cuatro, salí de casa hacia O´Neall´s dejando atrás un sabroso olor a Browne calentito. El turno de las cuatro era el más tranquilo del día. Mike siempre aprovechaba para hacer el papeleo, cuadrar las cuentas y realizar llamadas a los proveedores. De ser él, yo probablemente escogería también las horas en el que el café- restaurante estuviera más tranquilo.
A eso de las diez, comprobé que todas mis mesas estuvieran limpias y que tuvieran de todo, y me despedí de mis compañeros. Cuando estaba a punto de entrar en mi coche, mi teléfono móvil sonó.

- ¿Si? – dije descolgando.
- Katie, soy Caroline
- ¡Hola! ¿No deberías estar ya aquí?- le pregunté.
- Por eso te llamaba. Necesito que hagas mi turno.
- ¿Por qué? ¿Qué ocurre? – dije empezándome a alarmar.
- Estoy en el hospital
- ¿Estás bien?
- Si, si. La que está enferma es Eve. Se quejaba de que le dolía el vientre mucho y la traje a urgencias en Oaks River. Así que no puedo ir a trabajar.
- Está bien. No te preocupes, yo haré tu turno.
- Gracias, Katie
- Dale a Eve un beso de mi parte ¿ok?
- Claro. Adiós.
- Adiós.

Cerré el coche de nuevo y volví a entrar en O´Neall´s.

- ¿Olvidaste algo? – me preguntó mi jefe desde la barra
- No – dije yendo hacia él – Caroline me acaba de llamar. Eve está en el hospital en Oaks River.
- ¿Cómo está?
- Aún no sabe lo que tiene, así que yo haré el turno de Caroline.
- Está bien.

Las horas pasaron lentas. No hubo mucho jaleo, pero casi lo hubiera preferido, así no hubiera estado mirando el reloj cada pocos minutos, antojándoseme que el tiempo no corría. Para mi sorpresa, Mike cerró bastante antes de lo acostumbrado.
Anuncié que me iba al hospital, para entonces ya todos sabía que Eve estaba enferma. Mis compañeros me encargaron que les diera recuerdos, me despedí de ellos y me monté en el coche rumbo a Oaks River.

Era un pueblo bastante más grande que Red Hills, obviamente, por eso tenía urgencias. Estaba a una media hora de camino en coche y tenía tiendas mucho más sofisticadas y especializadas que las de Red Hills.

No me resultó fácil llegar. No había pasado por esa carretera en mi vida. Lo que realmente me salvó fueron las señales, podrían decirse muchas cosas de la carretera pero nada de que las indicaciones estuvieran mal puestas. Llegué al hospital y pregunté a una enfermera por la habitación de Eve. Cuando llegué a ella, permanecí en la puerta.
La pequeña estaba tumbada en la cama durmiendo, parecería que estuviera bien de no ser por la intravenosa que salía de su bracito. Parecía tranquila y su pelo color castaño estaba desparramado sobre toda la almohada. Caroline estaba sentada en una silla junto a su hija. Cuando se dio cuenta de que estaba allí se levantó y se acercó a mí.

- Katie, no tenías que haber venido. Es muy tarde – me dijo en susurros.
- No importa ¿Cómo está? – le pregunté acercándome a Eve para acariciarle la mejilla.
- Está bien. La han operado. Tenía apendicitis. Y la operación salió bien.
- Gracias a Dios - dije liberándome de mi preocupación.
- Si. Ahora solo tiene que descansar. Pasado mañana le darán el alta.
- Los demás os manda recuerdos y esperan que Eve se recupere pronto.
Ella sonrió.
- Desde luego, tendré que hablar con Mike, no puedes hacer todos mis turnos, caerías agotada.
- Me gustaría quedarme con vosotras pero estoy muy cansada.
- Por supuesto, no tenías por qué haber venido.
- Quería hacerlo.
- Gracias – dijo abrazándome – Ve a descansar, anda.

Di un beso a Eve en la frente y salí de la habitación.
El camino de regreso de Red Hills fue mucho más rápido. Pocos segundos después de cerrar la puerta, me puse el pijama y me deslicé entre las sábanas. Estaba rendida, ya no tenía fuerzas para permanecer despierta. Así me dejé caer en los brazos de Morfeo

lunes, mayo 25, 2009

XI.

Comencé a ver a Eve con regularidad y ella perdió su timidez conmigo. Phil la traía todos los días al café después del colegio a ver a Caroline. A veces se quedaba un rato. Era una niña estupenda. Le encantaba dibujar. Sus dibujos estaban llenos de colores vivos. Aún no acababa de aprender a leer pero le encantaban los cuentos. Caroline le contaba uno todos las noches. En algunas ocasiones, yo estaba presente. Normalmente parecía que se dormía en mitad del cuento, pero cuando Caroline dejaba de leer, abría sus ojillos y le pedía a su madre que siguiese con el cuento. A veces, cuando se quedaba un rato los leía ella misma, aunque finalmente se rendía, lo dejaba y observaba los dibujos.

Su cumpleaños se acercaba. Estaba emocionadísima. No podía esperar para tener una fiesta con todos sus amiguitos del colegio y por supuesto, no podía esperar a los regalos.
Caroline iba a hacer una barbacoa en su casa. Me pareció genial, así los niños podrían jugar en el jardín. Me ofrecí a ayudarla y por supuesto, me invitó y acogió mi ofrecimiento de buen grado.
En el primer día que Caroline y yo tuvimos libre quedamos para comprar algunas cosas para el cumpleaños de Eve. Volvimos cargadas de platos, cucharas y vasos de plástico, globos y farolillos de papel. Los niños tomarían perritos calientes y refrescos. Caroline compró también unas pequeñas tarjetas de invitación. En la portada, tenían un conejito blanco sentado sobre la hierba comiendo una zanahoria y sobre él, en el cielo una frase ponía decía: “Te invito a mi cumpleaños”. Al abrirlas, había tres huecos para poner el día, la hora y el lugar.
Después de soltar todas las bolsas en casa de Caroline fuimos a ver a la Señora Philips y le encargamos un apetitoso pastel de cumpleaños de chocolate para Eve.


La barbacoa fue un domingo, así que no tuvimos que pedir el día libre en el trabajo. Llegué dos horas antes, vestidas con un bonito vestido color blanco, esperaba no marcharme. Caroline me abrió la puerta y me aduló, pero terminó pronto porque necesitaba mi ayuda en el patio trasero. Mientras ella terminaba de poner los farolillos, yo saqué de los envoltorios, cucharillas, platos y vasos. Ella había preparado la mesa. Dispuse los vasos a intervalos regulares.

El primer amiguito de Eve llegó media hora antes de lo previsto, pero entonces ya estaba allí Phil y Linda, por lo que todo estaba listo. Caroline estaba terminando de vestir a Eve.
En cuanto el timbre sonó, Eve salió disparada hacia la puerta. Estaba preciosa con su vestido azul. Caroline corrió tras ella y antes de que yo abriera la puerta terminó de ponerle el lazo celeste en el pelo. En cuanto la madre declinó la invitación de Caroline de quedarse, Kevin e Eve se fueron a jugar. A partir de ese momento, cada pocos minutos volvía a sonar el timbre, Caroline, Linda y yo nos turnamos para abrir la puerta. Phil se hizo cargo de la barbacoa. Le ofrecí varias veces mi ayuda pero me dijo que lo tenía controlado. Cuando ya creí que no faltaba nadie, el timbre sonó de nuevo. Linda fue a abrir.

Jimmy se presentó con un oso de peluche para Eve. Ella se lo agradeció y le dio un abrazo. El osito le encantó, pero rápidamente volvió con sus amiguitos. Los niños corrían por doquier, Caroline, Linda y yo íbamos de un lado para otro sacando cosas de la cocina y Phil continuaba haciendo perritos calientes.
Tres horas después el timbre volvió a sonar. Era el payaso que había contratado Caroline. Gracias a él, los niños dejaron de corretear, tirar vasos de refresco y empujar. Durante un rato los adultos tuvimos algo de tranquilidad. A parte de Jimmy, Phil, Linda, Caroline y yo, solo dos padres se habían quedado.

Los niños se sentaron en el césped y observaron el espectáculo del payaso entre risas. Yo también miraba y reía. Giré ligeramente la cabeza y allí estaba Jimmy, mirándome intensamente. Me sentí incómoda, le sonreí y centré mi atención en el payaso. Pocos minutos después, me sobresaltó, de repente, estaba a mi lado y me saludaba.

- Una fiesta estupenda ¿no crees? – le pregunté.
- Si. No dejan de reír.
- Es cierto. Es un alivio que estén quietecitos durante un rato.
- ¿Os han dado mucha la guerra?
- Más o menos, pero es agradable, aunque cuando todos corretean de aquí para allá… controlarlos no es muy fácil si se desmadra el asunto.

Jimmy rió abiertamente.

- Si, tu ríete. A ver que hacías tú con todos ellos
- El truco está en entretenerlos
- Ya, es más fácil decirlo que hacerlo.

El payaso terminó su función y los niños tenían hambre, suerte que Phil había seguido cocinando. Mientras él repartía perritos calientes entre los niños, Linda y yo llenábamos vasos de refrescos. Después volvieron a jugar un poco más.
Media hora más tarde, Caroline creyó oportuno sacar el pastel. Tenía forma octogonal y encima ponía “Feliz Cumpleaños Eve” con chocolate blanco. Eve apagó todas las velas de una vez. Estaba emocionada. Sabía que después, venían los regalos. No hubo ninguno que no le gustara.
Le regalé una pequeña pulsera cuyos eslabones eran mariquitas y un cuento con muchas ilustraciones.

- ¡Me encanta! – dijo cuando vio la pulsera – Mira mamá- dijo girándose hacia ella

Eve volvió a mi para desenvolver el segundo regalo.

- ¡Un cuento!
- ¿Te gusta? – le pregunté.
- Siiiii – respondió entusiasmada.

Se abrazó ami y yo le di un beso en la mejilla

- ¿Qué ser dice Eve? – intervino Caroline.
- Gracias tía Katie – dijo con su vocecilla.

En ese momento me sentí orgullosa. En realidad yo ya la consideraba como mi sonrisa y la mimaba en exceso. Fui hija única así que no tengo hermanas o hermanos que me hagan tía. Yo realmente disfrutaba con Eve cuando Caroline me pedía que la cuidara y la quería como si fuera de mi familia.

Comenzó a hacerse de noche y los padres de los niños empezaron a venir a recogerlos. Era curioso como las madres prestaban atención a las manchas de sus hijos y se veían fastidiadas, probablemente pensaban que después tendrían que sacarlas a mano; por otro lado, los padres parecían no darse cuenta a pesar de que en algunos casos, las manchas de sus hijos eran más que evidentes a simple vista. El ruido se redujo progresivamente a medida que se fueron marchando. Me resultó muy relajante.
Cuando todos los niños y sus padres se hubieron ido el jardín posterior de Caroline daba pena verlo; había vasos, platos y cubiertos de plástico en el césped así como restos de tarta y perritos calientes y envoltorios de regalos. Ofrecía a Caroline mi ayuda para limpiar pero me aseguró que podría hacerlo ella sola con la ayuda de Phil; además, sugirió que Jimmy me llevara a casa. Desee haberme ido antes con Linda. Ciertamente, había venido andando y no tenía mi coche, pero mi casa no estaba muy lejos, caminaría.

Cuando le estab diciendo a Caroline que no era necesario y que me iría a pie a casa, Jimmy apareció a mi lado diciendo que por supuesto me llevaría a casa. Lo dijo con tal determinación que no le pude decir que no. Fuimos a despedirnos de Eve y nos montamos en su camioneta. Nada más sentarme, todo el cansancio cayó sobre mí. Apoyé mi codo sobre la ventanilla y me sujeté la cabeza.

- ¿Cansada? – preguntó mi chofer mirándome de reojo sin apartar a penas la vista de la carretera.
- No sabes cuanto.
- Los niños son agotadores ¿eh?
- Me lo pensaré antes de tenerlos- dije con una sonrisa.
- No creo posible que tengas tantos.
- Si. No me daría tiempo ¿verdad?

Él sonrió y volvió la vista a la carretera. Pocos segundos después llegamos a casa, apagó las luces y me acompañó hasta las escaleras. Tal vez tenía intención de acompañarme hasta la puerta pero creí más prudente despedirme al pie de las escaleras.

- Buenas noches – dije deteniéndome y encarándole.

Él pareció algo sorprendido pero no hizo ningún comentario al respecto. De echo parecía estar pensando en algo.

- Te has encariñado con Eve ¿verdad? – me preguntó.
- Si. Mucho. Es tan linda. Si tuviera una hija me gustaría que fuera como ella.
- Si. Es una niña estupenda.

Después de ese intercambio de palabras permaneció en silencio. De hecho parecía estar pensando en algo y yo me estaba impacientando. Estaba cansada, pero tener paciencia hasta que hablara me parecía lo más conveniente. Y cuando me di cuenta, su cara estaba muy cerca de la mía y me besaba. Me gustaría decir que no le devolví el beso, pero durantes unos segundos me dejé llevar, sus labios eran tiernos y suaves. Cuando empezó a besarme con mayor insistencia, volví a mi misma y me aparté. Aquello no estaba bien. Yo no quería a nadie en mi vida y Kyle aún estaba en mis pensamientos todos los días.
Mi expresión debió decirle algo porque me miró algo confuso. Yo no sabía qué decirle para arreglar aquello, así que me limité a despedirme.

- Buenas noches – repetí
- Buenas noches – me contestó.

Yo simplemente me di la vuelta, subí las escaleras y abrí lo más rápidamente que pude la puerta cerrándola tras de mi. Me apoyé en ella. Pocos segundos después lo oí alejarse en su camioneta.
¿Pero que había pasado? ¿Cómo no preví que iba a besarme? Debería haberlo sabido pero estaba tan cansada. Y había estado mal que no lo hubiera parado desde el principio. Bueno, mejor tarde que nunca, pero por ello, tendría algunos problemas. Tenía que dejarle ver a Jimmy que no estaba interesada en tener una relación.
No pude evitar pensar en Kyle. ¿Qué estaría haciendo? ¿Me habría perdonado ya? ¿Sería feliz? Las mismas preguntas de siempre sin respuesta. Me fui a la cama, estaba agotada del cansancio acumulando de aquel largo día.