lunes, julio 06, 2009

XVI.

Cuando le dije a Linda que no habría ocasión de ponerme mi magnífico vestido, estaba completamente segura de ello. Pero me equivoqué.

Una semana después, Linda vino muy emocionada hablando de la ocasión perfecta para llevarlo.

- ¿La fiesta de la fruta?- le pregunté perpleja – No sabía que existiese una fiesta de la fruta.
- Bueno, se celebra anualmente. Somos los mayores productores de manzanas de la región.
- Ahh -
- Se escoge a una reina entre las adolescentes. De vez en cuanto tenemos alguna realmente bonita.
- De acuerdo. Pero aún así, me parece demasiado elegante.
- No digas tonterías. Estarás genial. Si te tranquiliza, prometo ir también elegante. Acapararemos todas las miradas – dijo dándome un pequeño codazo y sonriendo de oreja a oreja.
- Estás muy emocionada ¿no?
- Bueno, no tenemos muchas oportunidades de desmadrarnos por aquí ¿sabes?
- ¿Y cuándo es el evento?- pregunté.
- De aquí a dos semanas. Ya verás, te lo pasarás estupendamente.
- Si tu lo dices – dije con reticencia.
- ¡Ni que te fuéramos a torturar! – bromeó.
- Está bien – dije riéndome.
- Muy bien. Así me gusta – dijo levantándose de mi sofá prácticamente dando un brinco para abrazarme – Me tengo que ir, tengo que hablar con Caroline. Adiós.
- Adiós.


En cuanto llegué al trabajo al día siguiente, Caroline también me lo comentó y en pocos días ya había carteles en los escaparates de algunos establecimientos.

Era frecuente que grupos de chicas vinieran a tomar un heleado o un batido los fines de semana o por la tarde, y una semana antes de la festividad, sus parloteos eran frenéticos. El ambiente se llenaba de “¿has visto mi nuevo vestido?”, “¿te presentarás para reina?”, “¿quién te va acompañar?”, “¿crees que me besará?” “Será estupendo”, “cuento los días para que llegue”, “no pienso en otra cosa”. Y mientras los días se acercaban al sábado, más ganas tenía yo de que pasara de largo. Adolescentes y su idea del amor.

Sus revuelos, después de dos semanas, me daban dolor de cabeza. E incluso me dije que dejaría las aspirinas después de la fiesta, últimamente había tomado más que en toda mi vida, demasiadas según mi opinión.

La celebración sería en un salón propiedad de Marc Jensen, el único lugar lo suficientemente grande para albergar a tanta gente. En ocasiones, Marc lo alquilaba para banquetes de bodas cuando éstas eran familiares o no muy concurridas. Un grupo de músicos aficionados se encargarían de la música y la Señora Philips de la pastelería, y la Señora Anderson de la peluquería de la comida y de la bebida.



Bien, el día señalado llegó. Afortunadamente para mí, era día festivo y pude darme un relajante baño de espuma, me relajó tanto que casi me quedé dormida menos mal que alguien tocó el claxon en la calle.
Me tomé las cosas con calma, después de todo, tenía toda la tarde para arreglarme. Me metí en el vestido, me peiné y me maquillé. Cuando me miré al espejo pensé que me había pasado, parecía más que iba a una cena benéfica de 500€ el cubierto que una fiesta local en Red Hills, pero ni modo, no iba a desvestirme y volver a empezar de nuevo. Cogí mi bolso de mano y me dirigí al salón de Marc Jensen sola, en mi coche.

Linda hacía un rato que se había marchado para allá. Había venido a casa a ver si estaba lista para irnos juntas, pero al no estar yo preparada del todo en ese momento, le dije que se marchara sin mí.

El salón, no quedaba muy lejos, pero de ninguna manera iría andando vestida así.
Cuando entré por la puerta encontré con la vista a Caroline y a Linda. Me acerqué a ellas.

- ¡Estás estupenda! – dijo Caroline cuando estuve a su lado.
- Ya te lo dije – dijo Linda corroborándolo.
- Gracias. Vosotras tampoco estáis mal del todo – dije sonriéndoles.
- Si, pero definitivamente, no tan bien como tú. Cuando entramos no acaparamos tantas miradas.

No dije nada, me dediqué a echar un vistazo. Ví a Phil que tenía embrazos a Eve mientras bailaban. La pequeña no hacía otra cosa más que reír y sonreír. También vislumbré a Mike, mi jefe, engalanado con un traje bastante elegante, a Lion bailando con una bonita chica así como a mis compañeras, Denise, Carla y Tricia. Jimmy bailaba con una chica que se me hacía familiar. Finalmente, la ubiqué, era la cajera del supermercado que estaba coladita por él. Al parecer, sus esfuerzos habían tenido sus frutos.
Pocos segundos después la canción cesó y él saludó a alguien que se encontraba en la puerta, dejando a la pobre Rebeca tirada. Me giré para ver de quien se trataba. Era una chica unos cuantos años menor que él, de pelo castaños y ojos color miel. Iba ataviada con un bonito y sencillo vestido color verde que le sentaba de maravilla. Se saludaron con un beso en la mejilla y Jimmy la invitó a bailar.

Mientras bailaban pude observarlos mejor. Conversaban y reían. Los dos estaban fantásticos, ella con su vestido verde y él con sus vaqueros, chaqueta y camisa blanca.
Dejé de observarlos cuando Lion apareció de la nada adulándome. Era fiesta, y me dejé piropear e incluso bailé una canción con él. En cuanto la música cesó, me disculpé diciendo que tenía mucha sed. Afortunadamente, él quería bailar con otra mujer y no tuve que inventar más cosa. A pesar de todo me acerqué a la mesa de las bebidas, donde me encontré con Jimmy y con la chica con la que le había visto bailar antes.

- Hola – me saludó Jimmy.
- Hola –
- Estás muy guapa
- Gracias
- Déjame que te presente a Julie, mi hermana pequeña.
- Encantada de conocerte – dije dándole dos besos.
- Igualmente – contestó – Tenía ganas de conocerte, me han hablado mucho de ti.

Le sonreí y le dirigí una mirada significativa a Jimmy

- No es cierto – dijo justificándose.

Yo enarqué una de mis cejas. Decidí dejarlo pasar.

- ¿Se solucionó el problema de fontanería? – pregunté a Julie.
- ¡Oh! Si. Mi hermano es un manitas y yo soy tan torpe con esas cosas…

Le sonreí y les pedí disculpas para reunirme con Caroline y apartarme de aquella situación un tanto incómoda.

- Así que has conocido a Julie.
- Si. Es muy agradable.
- Pensaste que era su novia ¿no?
- No pensé nada – dije un poco a la defensiva – Sabía que tenía una hermana menor, pero no conocía su nombre.
- Admítelo, al menos pensaste que era su acompañante – dijo Caroline mordazmente.
- Pues no – dije ya un poco mosqueada – Realmente creía que su acompañante era Rebeca. Estaban bailando cuando llegué.
- ¿Rebeca? ¿La del supermercado?
- Si.

Caroline rió.

- Más quisiera la chica. Pero no. Jimmy no está interesado en ella. Él solo es amable con Rebeca. ¿A que no adivinas por quien está interesado? – dijo pasándoselo en grande.

Poco después la música cesó completamente y afortunadamente para mi no tuve que responder. Las candidatas a reina de la fiesta de la fruta subieron al improvisado y pequeño escenario con aspecto emocionado.
Tras las presentaciones, la propia alcaldesa anunció a la afortunada. La ganadora resultó ser una joven morena de ojos claros llamada Sara que cuando dijeron su nombre, irradió entusiasmo y felicidad por cada poro de su piel. Y cuando le pusieron la diadema sobre la cabeza sonrió extasiada y saludó efusivamente al resto de candidatas, que no estaban tan contentas de que hubiera ganado. No podía culparlas por ello.
Supe que Sara guardaría esa diadema el resto de su vida. No pude evitar sonreír mientras las observaba.
La música volvió a sonar y cuando fui a volverme, me encontré con Jimmy a mi lado.

- ¿Alguna vez ganaste uno de estos? – preguntó.
- ¿Yo? Que va – dije sonriendo ante la ironía.

Que poco me conocía. De pequeña no me había hecho sentir la más guapa del mundo precisamente. Había cambiado de casa cada poco tiempo y cuando crecía y pensé e hice cosas por mi misma, la frecuencia de cambio de casa aumentó. Con esa vida, ¿en que extraño mundo me hubiera presentado a un certamen de belleza o algo similar?

- ¿Bailas?- preguntó trayéndome a la realidad de nuevo.

Me dije, ¿por qué no?

- Encantada – le contesté. Él me sonrió ampliamente.

Después no me pareció tan buena idea, cuando m di cuento que estaba sonando una canción lenta. En su defensa he decir que no se pegó mucho a mí, pero lo suficiente para que me diera cuenta de lo bien que olía. Me dejé llevar por la música y comencé a recordar una de las primeras citas que tuve con Kyle.
Me llevó a cenara un restaurante muy caro y elegante de Middletown y después bailamos juntos música lenta. Me había sentido realmente bien entre sus brazos.
Y cuando me di cuenta y volví a la realidad, tenía la cabeza apoyada en el hombro de Jimmy y él me sujetaba muy cerca suya por la cintura. ¿Y ahora que hago? Me pregunté.

- Gracias por el baile, si me disculpas… - dije soltándome de su abrazo.

Él me miró confuso. Estaba claro que él se había tomado el baile como un acercamiento entre nosotros. ¿Pero qué le iba a decir? “Lo siento mucho, me dejé llevar pensando en mi exnovio mientras bailábamos “. No podía decirle eso. Me quité de en medio yendo al cuarto de baño y me pasé el resto de la noche escondiéndome de él lo máximo posible. Ojala fuera más valiente y le dejara todo claro.


XV.

Me levanté al día siguiente con energías renovadas. Para aquellas alturas Kyle estaría en Middletown o saldría para allá esa misma mañana. Y estaba segurísima de que no volvería a Red Hills. Por otra parte, si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo, me tocaba turno de mañana. Desayuné un delicioso gofre con café y me vestí. Justo antes de salir me miré al espejo, mi reflejo me regaló una sonrisa. Si, esa mañana mi optimismo emanaba por todos los poros de mi piel.

Antes de montarme en el coche, vi a Linda

- Buenos días- saludó.
- Buenos días
- Hacia tiempo que no coincidíamos en la salida.
- Si. Es agradable trabajar en el tuno de mañana. Últimamente se me van los días en un suspiro.
- A mí me ha pasado lo mismo, demasiado trabajo.
- Ya lo creo. Me marcho o llegaré tarde. Adiós
- Si yo también, hasta luego.

Justo antes de que arrancara el coche, Linda me llamó.

- Katie, tengo la tarde libre. ¿Qué te parece si vamos a Oaks River de compras?
- Claro – dije sonriente- Seguro. Nos lo merecemos.

Ella me devolvió la sonrisa y ambas arrancamos y nos dirigimos hacia sentidos distintos.
Estaba emocionada. ¿Por qué? Saldría de Red Hills, me iría de compras con Linda y además me ayudaría a olvidarme de la visita de Kyle. A pesar de todo, de Oaks River, yo solo conocía el hospital. Ya era hora de ver que más podía ofrecerme.

Cuando atravesé la puerta de O´Neall´s, por primera vez desde que trabajaba allí, Lion aún no había llegado. Me dije a mi misma que era raro, pero estaba segura de que cuando llegara, si era digno de mención, lo diría él mismo. Era su forma de ser. Para mi sorpresa y la de todos los demás, Lion apareció a mitad de turno. Mike se encontraba en la cocina sustituyéndole. No le reprochó nada. Obviamente, le había avisado con antelación. Una vez que se puso a trabajar, Mike volvió a su despacho y mi piropo diario no tardó en llegar.

- Katie, ¿qué te has hecho en el pelo? Estás preciosa.

No me había hecho nada.

- Gracias – le dije.
- Un placer – respondió.
- Venga, venga – intervino Denise – que tenemos muchos pedidos. A trabajar.
- Siempre hay muchos pedidos Denise – le respondió con una leve sonrisa.
- Hoy hay más porque Don Seductor ha venido a mitad de su turno. Además me extraña que no hayas dicho por qué a los cuatro vientos.

La sonrisa de Lion desapareció.

- Asuntos personales – dijo muy serio – Y para tu información, le pedí permiso a Mike – dijo con brusquedad.

Eso si era nuevo. Nunca había visto a Lion tan erio y cortante, y mucho menos con una mujer. Nos adoraba. Por lo general era poco serio, descarado y adulador. Realmente algo le pasaba.
Denise permaneció shockeada durante unos segundos y cuando volvió así misma dijo con voz dubitativa:

- Lo siento, Lion
- Está bien.

Pero estaba claro por el tono de su voz que no estaba bien.

La pobre Denise se pasó la siguiente hora un poco cabizbaja. Era cierto que no era el comportamiento habitual de Lion pero tampoco había que deprimirse. Cuando fui a recoger unos pedidos de la cocina le interpelé:

- Lion – llamé
- ¿Si? Preciosa
- Dile algo a Denise, por favor. Mirála – dije observándola – Lleva una hora que a penas sonríe.

Él no dijo nada.

- Hazlo por mi – le pedí.
- ¿Me deberías una Katie? – preguntó algo más alegre.
- Mientras no quieras una cita, un beso o sexo, si, entonces te debería un favor.

Puso cara de disgusto.

- Eso limita mucho lo que puedo pedirte… Katie, Katie – dijo negando con la cabeza- Está bien – dijo finalmente- Ya veré como me cobro el favor.
- Muy bien – le dije con una gran sonrisa.

Volví al trabajo. Un rato después observé cómo Lion detenía a Denise cuando ésta iba a recoger pedido a la cocina. Intercambiaron algunas frases y después le guiñó un ojo. Denise volvió a sonreír mientras llevaba el pedido a la mesa. Supuse que estaba todo arreglado. Me sentí satisfecha conmigo misma y en poco más de dos horas acabaría mi turno y me iría de compras con Linda.

En cuanto ví un hueco, le pedí a Mike permiso para salir. No me lo hubiera dado si el banco no hubiera estado a dos calles de distancia. Dada la manifiesta reticencia a dejarme salir en mitad de un turno, estuve en el banco en un tiempo record y cuando volví, le di a Mike saludos de Señor Harrison. No había tardado más de diez minutos en ir y volver.

Continué con el trabajo y para mi gratificación personal, Carla llegó temprano. Recogí mis cosas y me dirigí a casa de Linda. Cuando llegué, ella estaba sentada en el porche.

- Hola –saludé- Me cambio y nos vamos ¿de acuerdo?
- No hay prisa. Tómate tu tiempo.

En poco más de diez minutos estaba de vuelta.

- ¿Te importa que vayamos en mi coche? – preguntó
- Claro que no.

Nos montamos en su coche, por supuesto, más elegante y caro que el mío, y nos dirigimos hacia Oaks River. Durante el trayecto escuchamos la radio, la KWN. Observé el paisaje y decidí que el camino era mucho más agradable de día que de noche mientras escuchábamos de fondo Big Girls Don´t Cry de Fergie. Suspiré y me relaje en el asiento. Disfruté de una forma casi lujuriosa de la sensación del sol sobre mi piel con los ojos cerrados.

- ¿Qué tal con Jimmy?- preguntó Linda sacándome de mi paraíso de relajación.
- ¿Jimmy? – le pregunté enarcando una ceja. ¿A qué venía eso?
- Si. El hombre que está loco por ti y al que no prestas atención ¿recuerdas?

La miré con el ceño fruncido.

- No es cierto. Si le presto atención – dije defendiéndome.
- Pero no toda la que él querría.
- Bueno eso es asunto suyo. Por favor, dejémoslo.

No tenía ganas de hablar de ese tema.

- ¿Por qué? ¿Te arrepientes de algo que no me has contado?
- Si, de haber dejado que me besara – dije bajito para mi misma.

Me di cuenta que me había escuchado cuando el coche salió de la carretera y paró en el arcén. Por Dios, qué oído más fino.

- ¿Qué has dicho? – dijo volviéndose hacia mí sobre el asiento.
- Nada – repuse de forma automática.
- Nada no. Has dicho que te ha besado. ¡Desembucha!
- Si – dije rindiéndome. No me iba a dejar tranquila.
- ¿Cuándo?
- Cuando me acompañó a casa después del cumpleaños de Eve.
- Cuéntame. Y ¿qué?
- Nada
- ¿Cómo que nada?
- No estoy interesada en él, lo sabes.

Me miró de una forma que me dijo claramente que ella pensaba que no era cierto. Madre mía. Y eso que no le había contado que le había devuelto el beso. Sería mejor no decir nada más.
- Bien – dijo.

Arrancó nuevamente el coche y volvimos a la carretera. Me sentí aliviada cuando el coche se puso en movimiento de nuevo. Linda no dijo nada más y yo tuve tiempo para pensar. No era tonta, sabía que Jimmy estaba interesado en mí. Después del tiempo de ausencia tras el fatídico beso, parecía que habíamos retomado nuestra anterior amistad. Podía darme cuenta, y de hecho lo hacía, de todas sus buenas cualidades. Era un buen hombre y un buen amigo. Y hasta ahí estaba bien para mí.

Pocos kilómetros después un cartel nos dio la bienvenida a Oaks River. Cuando salimos del coche Linda se animó. Hasta me dio un poco de susto. Fuimos de tienda en tienda a una velocidad asombrosa. Linda no paraba de coger cosas y para cuando yo había visto algo que me gustara, ella ya estaba en el probador con varias prendas y al segundo salía para que le diera mi opinión. Nos reímos mucho.

En el transcurso de las primeras cuatro tiendas llevaba ya cuatro grandes bolsas de papel, mientras que yo sólo había acumulado una. Cuando ya nos íbamos a cenar insistió en entrar a una última tienda. Estaba cansada pero me puso tal cara de pena que no pude negarme. Desde lejos, ví un vestido precioso de color negro, largo y de escote pronunciado. Me encantó y fui a probármelo.
Cuando salí del probador Linda ya había pagado sus compras. Me miró con cara de fascinación.

- Estás estupenda – me dijo
- Es precioso ¿verdad?
- Si. A Jimmy se le va a caer la baba – dijo emocionada.
- Linda… - dije a modo de advertencia. Ella lo captó.
- Está bien, me callo. Pero tienes que comprarlo.
- ¿Y cuando me lo voy a poner? Es demasiado elegante para Red Hills, Linda.
- No digas tonterías, ya encontraras la ocasión – dijo dándome un empujoncito hacia el probador.

Mientras me ponía mi ropa de calle, decidí comprarlo. ¿Cuándo me iba a gustar tanto un vestido otra vez? ¿Quien sabía? Si no lo compraba, seguro, me arrepentiría después.
Cuando lo pagué, por fin, nos fuimos a cenar a un pequeño restaurante italiano situado junto a un antiguo cine. Después de cenar, Linda me propuso ir a ver una película, pero le dije que por un día había sido suficiente. Nos montamos en el coche y volvimos a Red Hills.

Resultado de mis compras: Un vestido precioso, una camiseta color turquesa y un pantalón vaquero.
Resultado de las compras de Linda: ¿Quién iba a saberlo? Yo no desde luego.

XIV Encuentro

El día estaba siendo igual de rutinario que cualquier otro. Lion me había dicho como todas las mañanas lo guapa que me veía, a pesar de que no me esmeraba especialmente cuando iba a trabajar. Lion siempre era excesivamente adulador, al menos conmigo.
Jimmy parecía haber decidido que a pesar de mi rechazo no iba a rendirse. Su conversación era como si el beso no hubiera ocurrido. En parte era un alivio porque si él podía olvidarse de ello, yo también y así, no me sentía tan tensa cuando pasaba por el café.

Miré hacia las mesas al otro lado de la barra. Di un barrido rápido para comprobar que todo estaba bien. Cuando terminé, me vino a la mente algo que había visto a lo que no había prestado a penas atención. Una persona, un hombre. Estaba de espaldas a mí pero se me hacía familiar. Se inclinaba sobre las mesa observando unos papeles ¡No podía ser! ¿Qué probabilidades había de que Kyle Swanson, arquitecto de Middletown estuviera en Red Hills? Muy pocas, me contesté a mi misma, pero había algo en su forma de moverse… Entonces, el hombre giró la cabeza hacia las ventanas. Era él. No había error. Me asusté. ¿Qué hago? Me dije. No estaba preparada para enfrentarme a él. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y cuando mi miedo se estaba convirtiendo en terror Caroline atrajo mi atención.

- Katie, atiende a la mesa ocho.

Me giré hacia la mesa y un instante después giré sobre mis talones y me dispuse a suplicar.

- No puedo, Caroline.
- ¿Cómo que no puedes? No digas tonterías- dijo quitándole importancia.
- Por favor, hazlo tu, por favor

Caroline levantó una ceja.

- ¿Le conoces?- preguntó suspicazmente.
- Si- conteste tras un par de segundos. No había forma de evitar esa pregunta.
- Está bien, pero con una condición.
- ¿Cuál?- dije bajito. Lo de las condiciones no me gustaba.
- Me tendrás que decir que pasa con él. ¿Está bien?
- De acuerdo – dije a regañadientes.

Entre enfrentarme a Kyle y contarle la verdad a Caroline, era más fácil prometerle que le contaría. Está bien, ninguna de las dos sería fácil, lo mirara como lo mirara.

Kyle no estuvo mucho tiempo en el restaurante. Pidió, miró sus papeles un rato más y se marchó. Supuse que tenía prisa. Tanto mejor. Esperaba que estuviera ansioso por volver a Middletown. Pensándolo detenidamente, no había motivo para alarmarse tanto, posiblemente estaba solo de paso. A Caroline solo le contaría lo necesario, incluso tal vez, se le olvidaría y no habría necesidad de decir nada.

Fue un error por mi parte pensar eso. Aunque no fue inmediatamente después de que Kyle se fuera, Caroline sí que exigió una explicación. Cuando ya me iba a casa después de terminar mi turno, me cogió del brazo.

- Espera, espera, no tan deprisa, Katie. Me debes una explicación. ¿recuerdas?
- Bueno, vayamos a mi casa – dije resignándome.

Durante todo el camino estuvimos calladas. Dilaté al máximo el momento de sentarme junto a ella en el sofá, pero ella no se iba a marchar, así que respiré hondo y me senté.

- ¿Y bien?
- Se llama Kyle Swanson y es arquitecto.
- ¿y?- dijo incitándome a continuar.
- Lo conocí en Middletown y me enamoré de él. Y luego… bueno…todo acabó. Viajé un poco y después llegué a Red Hills.

Hacer aquel breve resumen de todo lo que había pasado para Caroline fue más duro y doloroso de lo que esperaba. Estaba segura de que cuando terminé y la miré, mis ojos estaban vidriosos. Ella me abrazó y varias lágrimas consiguieron abandonar mis ojos, pero me opuse con todas mis fuerzas a continuar llorando. Nadie me vería llorar por aquello. Era un asunto personal y así seguiría siendo.

- ¿Estás bien?- me preguntó varios segundos después de soltarme.
- Si. Ya es agua pasada – dije abanicándome con la mano.
- Pero…
- Caroline, por favor, no. Querías que te explicara que pasaba con él y lo he hecho.
- De acuerdo. Si me necesitas, sabes que estoy aquí ¿verdad?
- Gracias – le contesté con una sonrisa. Ella me sonrió a su vez.
- Bueno, me tengo que ir. Eve me está esperando.
- Claro. Dale un beso de mi parte.

La acompañé a la puerta y le dije adiós con la mano mientras se alejaba en su coche. Cuando la perdí de vista, volví a entrar en casa. ¿Qué hago? Me dije. A pesar de haber sido un largo e inesperado día no podía irme a la cama sin más, no haría otra cosa que dar vueltas y más vueltas en ella hasta las tantas. Caminé hacia la ventana y la abrí, la brisa acarició mi cara produciéndome una sensación muy agradable.

Era una noche despejada, la luna menguante iluminaba todo y las estrellas brillaban más de lo que nunca había visto. En una ciudad tienes que contentarte con ver unas pocas, pero allí, en Red Hills, podías creer que veías todo el firmamento. Mientras las observaba un recuerdo vino a mi mente.

Cassiopeia.

Una constelación. ¿Por qué Kyle la elegiría como clave?
Durante todo el tiempo que pasé con él, la astronomía nunca había salido a colación como tema de conversación. Habíamos hablado de muchas cosas, flores, viajes, cine, música, incluso de política, a pesar de que no me gusta hablar sobre ella, pero nunca de astronomía. Me di cuenta de que no conocía mucho a Kyle pero eso no había sido impedimento para enamorarme de él, quizás estaba versado en constelaciones, quizás podría nombrármelas y dibujármelas en una noche despejada. Tal vez le interesara desde pequeño o que fuera una tradición familiar heredada de su padres, o quizás no, tal vez solo era una coincidencia o tal vez tenía un significado especial que yo desconocía o que no había llegado a conocer, dada nuestra corta relación. De lo que estaba segura, es que por mucho que conjeturara, no obtendría ningún resultado. Sería mejor no pensar en ello.

Cerré la ventana, me duché y me fui a la cama. Todo el día de trabajo y el torrente de emociones que había aflorado a la superficie me habían dejado exhausta.