viernes, septiembre 25, 2009

XX.

Estaba siendo una noche de viernes relativamente tranquila. El local estaba ocupado por los empleados, el dueño y los clientes habituales. Yo realmente adoraba aquellas noches de calma en los que no existía el típico frenesí de ir de aquí para allá llevando pedidos o limpiando las mesas que se iban desocupando. Aquella noche hasta Lion parecía tranquilo, pero yo sabía que estaba preocupado. Y también sabía por qué.

 
Varios días antes, escuché una conversación telefónica suya antes de comenzar mi turno. Él estaba de espaldas y yo pasé cuidadosamente tras él, pero oí claramente las palabras “prueba a de ADN” y “paternidad”; así que alguien había hecho padre al seductor. Y su preocupación era comprensible, ¿él, padre?



No le dije nada, se suponía que desconocía el asunto. De todas formas ¿qué podía decirle? “¿Felicidades papá?”; intentaría estrangularme después del momento de shock. Y ¡qué demonios! Había tanta paz cundo no se insinuaba a nadie…
 Me acerqué a Katy, una amable anciana que venía a tomar tarta de frambuesas dos veces por semana, para saber si necesitaba algo



- No, gracias querida. Eres un cielo.


- No siga por ahí, Katy, me hará sonrojar.



La anciana me ofreció una afable sonrisa y palmeó ligeramente la mano que yo tenía apoyada sobre la mesa. Le devolvía la sonrisa y me giré para dirigirme hacia la barra.



Y fue cuando todo comenzó a ir mal.
Kyle entró por la puerta y se detuvo buscando con la mirada hasta que me encontró.


¡Santo Dios! ¿No podía estar tranquila ni un minuto?


Él caminó hacia sin perderme de vista en todo el trayecto.



- ¿Tienes un minuto?- me preguntó.


- ¿Qué quieres Kyle?- le pregunté con brusquedad.


- Hablar contigo


- Estoy trabajando


- Lo sé – dijo apretando la mandíbula. Estaba enfadado.


- No hablaré contigo. Márchate.


- Si lo harás- dijo a incapaz de disimular su enfado.


- No.


- Si lo harás- repitió cogiéndome del brazo con fuerza. Me lastimaba.


De pronto, alguien lo giró y le dio un puñetazo en la cara. Con todo, yo caí al suelo, al contrario de Kyle, que consiguió mantener el equilibrio.


Cuando me puse nuevamente en pie, pude comprobar quien había golpeado a Kyle: Jimmy.

 
¿De dónde había salido? Estaba completamente segura de que no estaba en el bar esa noche.



No tuve mucho más tiempo para pensar ya que Kyle se dirigió a Jimmy y le golpeó. Para ese entonces, ya todos miraban la escena. Y cuando ya parecía que nada podía ir peor, la situación se agravó. Ambos encajaron varios golpes. Se me paró el corazón cuando los vía atravesar una de las ventanas del local. Estaba horrorizada y ellos parecían decididos a matarse a golpes el uno al otro.



Mike salió de su despacho ante el ruido de cristales rotos y cuando vio Kyle y Jimmy peleando fue a separarlos. Sal, Ray y Chris lo ayudaron. Consiguieron separarlos y no sin dificultades se los llevaron al aparcamiento trasero.
Esto no podía estar pasando.

 
Todos me miraban en silencio, diciéndome que era culpa mía o al menos eso me pareció. Ante semejante clientela, lo mejor era seguirlos a la parte de atrás.


Mientras caminaba lentamente mi furia aumentaba a cada paso. En cuanto me vieron, Ray, Sal, Chris y Mike volvieron al bar.
- ¿Qué creíais que hacíais?- les grité.


- Yo…- dijo Kyle.


- Yo… - dijo Jimmy


- ¡Callaos! – grité, cerrando los puños con fuerza, intentando no acercarme a ellos y golpearlos.
Y para mi sorpresa obedecieron.
- ¿Quién creéis que sois?- dije enterrando mis uñas aún mas en mis palmas - ¿Eh?



Ninguno contestó. Parecían conmocionados.



- Ninguno de los dos sois mi dueño. Yo elijo que hacer con mi vida y como manejar mis asuntos. Kyle – dije mirándole- No se realmente que esperas. Una vez fui tuya. Ambos sabemos lo que pasó. Creer que puedes venir aquí y exigirme tantas explicaciones como sientas que te debo, estás completamente equivocado. Y tu – dije dirigiéndome a Jimmy-Tu y yo nunca hemos estado juntos. No te debo nada. Y no tienes que venir a rescatarme, puede defenderme sola. Y si alguno de los dos, se atreve a comportarse de manera posesiva sobre mí otra vez, os juro que no desearéis verme furiosa.



Y me alejé de ellos. Afortunadamente, ninguno de los dos me siguió. No sabía lo que habría hecho. Entré en el bar y me dirigí al baño, en el corto trayecto hasta él, pude sentir varias miradas sobre mí.
Me miré al espejo.
 - ¡Dios! ¿Cómo ha pasado todo esto?- le dije a mi propio reflejo.


Mis manos temblaban y mis ojos estaban llorosos. Ya no pude evitar por más tiempo las lágrimas y las dejé correr abundantemente por mis mejillas.


Después de mi pequeña crisis de histeria, me refresqué la cara y fui a ver a Mike. Él estaba en la barra y en cuanto llegué hasta él, me ofreció que fuéramos a su despacho. De camino a él, ví como Caroline barría los trozos de cristal de la ventana que se había roto. Contuve nuevamente las ganas de llorar.


Mike me indicó con la mano que me sentara. Y lo hice.


- Mike yo… lo siento. Los siento tanto… te pagaré la ventana…lo prometo – dije intentando evitar un sollozo.


- Olvídate de la ventana. El seguro lo pagará. Lo importante es ¿estás bien? – dijo levantándose y acuclillándose junto a mí tras rodear el escritorio.


- No lo se – le contesté. Un la lágrima escapó y recorrió mi mejilla. Mike la secó con su dedo pulgar.


- Está bien. No te preocupes por nada. ¿Por qué no te vas a casa y descansas?- dijo frontándome el brazo.


- Pero…


- Shhh- me interrumpió- Las demás pueden ocuparse de todo.


- Está bien. Gracias.

 
Ambos nos levantamos.


- Gracias – le dije de nuevo.


- De nada – me contestó abrazándome. Su abrazo se sentía bien.


Pocos segundos después, salí al aparcamiento trasero para recoger mi coche. Kyle y Jimmy no estaban allí. Me subí al coche y conducí a casa. Cuando llegué apagué el motor y las luces y permanecí en el interior del coche. Estaba tan cansada. Toda mi energía se había ido en las últimas horas. Me sentí aturdida al recordarlo todo.


Sacudí la cabeza para aclararme la mente, pero no funcionó. Necesitaba dormir. Hice un esfuerzo sobrehumano y me bajé del coche. Cerré la puerta tras de mi en casa, Alfred ya estaba durmiendo. En cuanto llegué a la cama, me deje caer sobre ella y sentí como en pocos minutos el sueño me vencía mientras escuchaba los suaves ronquidos de Alfred procedentes del salón.




Cuando me levanté al día siguiente, encendí la cafetera y miré por la ventana. Perfecto. Ni siquiera el clima me ayudaba. Estaba nublado, tal vez, llovería. Suspiré y me dejé caer en una de las sillas de la coina mientras se hacía el café.


Alfred se levantó pocos minutos después.



- Buenos días princesa – dijo dándome un beso en la cabeza.


- Buenos días – le contesté. E intenté sonreírle aunque a penas lo conseguí


- ¿Cómo estamos esta mañana?


- Bien – mentí.



No preguntó nada más, pero yo sabía que mi mentira no había sido convincente. Agradecía a Dios que Alfred lo dejara estar. No me sentía con fuerzas para contarle toda la historia, y era bien larga.


Mike llamó diciendo que me daba el día libre. Se lo agradecí con toda el alma. Me había pasado la noche durmiendo a intervalos de dos horas. Cuando despertaba, las imágenes de lo ocurrido en el bar se repetían una y otra vez en mi mente. Me hubiera quedado despierta una vez que Alfred e marchó pero ¿para qué? Quizás tuviera suerte y durmiera un par de horas más. Dios sabía que las necesitaba