jueves, febrero 12, 2009

I.

Y allí estaba yo de nuevo, delante de él, sin saber qué decir u hacer con aquella mirada penetrante fija en mí, observándome, intentando ver en el fondo de mi alma, algo que yo no le diría voluntariamente, como si sus ojos fueran un suero de la verdad. Los segundos pasaban y yo estaba allí, inmóvil, incapaz siquiera de fijar mi vista en otra cosa que no fuera él, en su expresión, en sus ojos, a pesar de arriesgarme a que de alguna extraña razón, él descubriera lo que estaba buscando y sabe Dios qué haría entonces. A pesar de todo, del motivo por el que nos encontrábamos allí, en pie, uno enfrente del otro, lo que más temía era su reacción. Sus ojos me dijeron de alguna manera que se estaba acercando a la verdad. Y tras unos cuantos segundos, supe que lo sabía. Su mirada se había desenfocado ligeramente y sus labios se presionaron un poco más el uno contra el otro; entonces, sin decir ni una sola palabra, se dio la vuelta y se alejó de mí caminando lentamente.

Pocos segundos después, no pude aguantar más, mis piernas flaquearon, caí al suelo y comencé a llorar en silencio. Estaba destrozada. Todo hubiera sido diferente si él me hubiera gritado durante toda la noche, pero no sería así. Su cara de incredulidad y después, de decepción, se habían clavado a fuego en mis retinas, y ni siquiera las lágrimas hacían desaparecer su imagen. Sentí que me quemaba por dentro y no tarde mucho en expresar mi dolor y mi tormento con un grito que desgarró el silencio que me envolvía. A partir de entonces, mis lágrimas no fueron ya silenciosas, pero ya estaba todo hecho, salvo decir aquellas dos cosas que debería haber dicho separadas de un corto silencio.

- Te amo. Lo siento-.

Nadie lo oyó, lo dije tan bajo que nadie se hubiera percatado. Me dejé caer sobre mi espalda y comencé a mirar las estrellas. No se cuanto tiempo pasó, tan solo que me fundí con ellas y cuando me di cuenta, el día empezaba a clarear. Me levanté lentamente, poniendo en movimiento mis rígidos músculos que habían quedado atrofiados con el aire frío de la noche. Observé una vez más el cielo, suspiré y me fui a casa a pie. Me costó mucho más de lo habitual llegar hasta allí, mis piernas aún estaban agarrotadas y mi mente estaba prácticamente colapsada. Ya no podía más, suerte que para entonces, estuviera junto a mi cama. Me dejé caer y cerré los ojos aún con lágrimas en ellos, dispuesta a dormir o morir. No importaba cual de las dos. Solo quería olvidarlo.

Bienvenida

Bueno después de mucho pensarlo y pelearme pechá con la configuración y el diseño del blog he decidido publicar de vez en cuando algunas cosillas por aqui y si alguien tiene a bien darme su opinión le estare muy agradecido. Gracias!!!!