domingo, octubre 18, 2009

Weno, weno,weno... Aki otro capituliyo q publico y nadie me dice si le gusta. Ad+ e visto q Pablo no me a puesto ningun comentario. No kerras q me enfade no??? Jajajajaja. Anda, anda, ponme algo. 

XXI.

Gocé de un día más de descanso laboral pero no mental. Pensé seriamente en ahogar mis penas en el alcohol, pero no quería que Alfred me viera así. Él era un padre para mí y aunque no sabía nada de mis “lios”, excepto de lo ocurrido en el bar, cosa que ya sabría cada habitante de Red Hills, él no se merecía verme así. Pasé todo mi día libre intentando recuperarme y ordenar mi mente. Obviamente, a penas logré acomodar algunos pensamientos.



Llegó el lunes y en cuanto sonó el despertador, hubiera dado cualquier cosa por no tener que ir a trabajar. Pero era inevitable. Me vestí, tomé una gran bocanada de aire y salí de mi habitación parcialmente preparada para contestar las preguntas de Alfred. Le dí los buenos días y me senté en la mesa junto a él para desayunar.


Para mi sorpresa, él no dijo nada excepto lo habitual.



Me dio lo buenos días, un beso y ojeó una revista de coches mientras tomaba su desayuno. En ningún momento me hizo sentir incómoda, solo me brindó si incalculable compañía y comprensión. No quería hacerme el día más difícil de lo que ya sería. Y yo lo aprecié muchísimo, y que menos que agradecérselo con un abrazo.



- Hasta luego princesa – se despidió.



Pocos minutos después, yo también salí de casa y cogí el coche para ir a trabajar.



Aparqué en la parte trasea de O´Nealls, frente a la camioneta negra de Lion. Permanecía unos minutos en el interior del coche intentando tranquilizarme; mi corazón corría a toda velocidad y tenía la sensación de que me asfixiaba. Cuando volví un poco a la normalidad, bajé del coche justo cuando Caroline aparcaba su Clio. Ella bajó y se acercó a mí.

 
- ¿Estás bien? – me preguntó cuando salí de mi coche.


- Si- mentí. Me sentía como si me dirigiese hacia el patíbulo.



Caroline me dirigió una sonrisa consoladora y me abrazó.



- ¿Entramos?- preguntó cuando me soltó.


- Dame un segundo



Respiré hondo un par de veces.



- Vamos



Ella me siguió hacia el local.





Pasaron varias horas. Nadie decía nada pero podía sentir sus miradas sobre mí cada vez que me daba la vuelta. Intenté ignorarlos pero no es como si pudieras ignorar más de diez miradas a la vez. E incluso intenté pensar en algo agradable, pero estaba tan incómoda que no se me ocurría nada. Contaba las horas y los minutos para irme a casa. Pero lo peor de todo eran los cuchicheos. ¿Por qué eran tan cobardes que no podían decirme lo que querían decirme o decir en voz alta?


Caroline intentaba distraerme hablándome de Eve y me daba sonrisas consoladoras, y Mike estaba en la barra, dándome apoyo. Él usualmente estaba en su despacho. Agradecía su presencia allí enormemente, lástima que no fuera suficiente para hacerme el día más fácil.


A la gente le gustaban los cotilleos y desde que yo había llegado, los chismes no habían dejado de correr; mi llegada al pueblo Jimmy, mi encuentro con Kyle, ambos peleándose…Hubiera dado cualquier cosa por callar a la gente.



Después de llevar varios pedidos seguidos de murmullos no podía más. Que Dios y Mike me perdonaran por lo que iba a hacer.


Me dirigí a la barra para soltar la bandeja, ignorando a un cliente que trataba de llamar mi atención con un chiflido. Dejé la bandeja sobre la barra y me giré hacia las mesas.



- Ya basta – dije en voz alta.
La gente se cayó pocos segundos después.



- Ya es suficiente de cuchicheos a mi costa. Debería daros vergüenza. Claro, para vosotros es fácil hablar y solo Dios sabe las historias que s estáis inventando acerca de por qué ocurrió la pelea la otra noche.



Respiré hondo.



- No me conocéis lo suficiente para entenderlo y de verdad no estoy interesada en haceros entender la situación. Pero os recuerdo, que ser camarera tiene sus ventajas. Levo varios meses viviendo en Red Hills y me he enterado de un montón de cosas, algunas de ellas, creedme, no os gustaría que salieran a la luz. Así que antes de cuchichear y hablar a mis espaldas, pensad un vosotros mismos, quizá podríais ser el blanco perfecto de alguna habladuría.


- ¿Nos estás amenazando?- preguntó alguien a quien no me moleste siquiera en localizar.


- No. Es solo un aviso. Un día de estos algunos de vosotros podréis saber lo que estoy sintiendo estos últimos días.



Me detuve para tomar aire.
- Muy bien. Gracias por su atención – dije antes de dirigirme a la parte de atrás.



Me encontré a Mike inclinado en el quicio de la puerta de su despacho.



- Lo siento – dije sin pararme.



Él inclinó levemente la cabeza. No deje de caminar hasta que llegué al exterior. Me apoyé con los brazos extendidos sobre mi coche. Respiré hondo tanto como fue necesario hasta que mi corazón adquirió un ritmo normal. Cuando ya estuve segura de que podía volver adentro, me giré para encontrarme inesperadamente con Lion.



Él estaba sentad sobre unas cajas de suministros, sujetándose la cabeza con las manos. Obviamente, no había escuchado mi pública diatriba. Me acerqué lentamente hasta detenerme frente a él, me agaché y le toqué el brazo.



- Lion – le llamé.


- ¿Qué? - respondió sobresaltado. Parecía haber estado enfrascado totalmente en sus pensamientos y no se había dado cuenta de mi presencia.


- ¿Está bien? – le pregunté.


- ¡Oh! Katie. Si, bueno… no se.


- ¿Qué te preocupa?



Durante varios segundos pareció pelear consigo mismo entre si contármelo o mandarme a paseo.


- ¿De verdad quieres saberlo? – me preguntó finalmente.


- Por supuesto- dije resuelta


- Es probable que sea padre de un niño – dijo a duras penas.



Yo me limité a mantenerme en silencio. No me parecía adecuado felicitarlo cuando obviamente, no estaba feliz por la noticia.



- Vaya, Shirley dice que es mío…


- ¿La conozco? – le pregunté a la vez que repasaba mentalmente entre los nombres de personas que conocía en Red Hills en busca de alguna Shirley.


- No. Ella no es de aquí. Vive en Oaks River. ¿Te lo puedes creer? Yo. Padre. – dijo negando con la cabeza.



Le sonreí.





- Si ni siquiera el mío fue un buen padre y yo… bueno, tu me conoces, no valgo para el matrimonio y no se si quiera como se comporta un padre.


- ¿Y qué piensas hacer?


- Bueno, pensarás mal de mí, pero quiero una prueba de ADN que me diga que es mío.


- Es comprensible. Y Shirley, ¿qué te ha pedido?


- Sólo que pase tiempo con él.


- ¿Y te ha pedido alguna manutención?


- No, pero si es mi hijo, quiero aportar en su bienestar.



Aquellas palabras me sorprendieron. Nadie esperaría escucharlas procediendo de él. Y decía que no sabía como se comportaba un padre.


Sonreí de nuevo.



- Y el niño, ¿cuántos años tiene?


- Dos. Se llama Josh,


- Bueno, estonces todo lo que hay es que esperar a la prueba de ADN. No es necesario que estés deprimido – dije intentando animarle un poco.


- Ya, pero es difícil hacerse a la idea.


- Supongo. Muy bien, vuelvo adentro – dije apretándole el brazo.


- Yo entro en unos minutos.
 Cuando ya iba a atravesar la puerta me llamó.



- Katie


- ¿Si? – dije volviéndome hacia él.


- Gracias


- De nada – dije sonriéndole.



Volví adentro.



Los cuchicheos terminaron, pero las miraditas no. Bueno, al menos mis oídos podían estar tranquilos, me consolé. Hice mi mejor esfuerzo para ignorarlas y antes de lo que pensaba mi turno se acabó.


Mientras me montaba en el coche, vi nuevamente a Lion hablar por el móvil.


Quizás Shirley y Josh sería una buena influencia para él. Y talvez, ser padre le llenara de más felicidad que “perseguir” mujeres.
Estaba deseando conocerla y también a Josh.

 
Arranqué el coche y fui a casa.