viernes, junio 12, 2009

XII.

Al día siguiente, dormí hasta que me harté. No entraba a trabajar hasta las cuatro y disponía de todo lo que quedaba de mañana para hacer lo que quisiera. Puse en marcha la pequeña lavadora. Mientras funcionaba, no me podía quedar quieta. Estaba optimista y pensé que me apetecía un Browne. Fui a la cocina y me aseguré que tenía todos los ingredientes, gracias a mi gran compra de mudanza, así era. Y comencé a prepararlo, entre tanto, dejé vagar mi mente.

Pensé en Alfred. Lo echaba de menos. Él era lo más cercano a un padre que yo conocía. Añoraba visitarle y que me invitara a un té. Me había ofrecido su cariño sin más, no había pedido nada a cambio. Me hizo sentir tan a gusto las dos primeras veces que fui a verle por problemas con el apartamento, que a partir de entonces, le visité con regularidad. Además, él vivía solo, apenas salía de casa y necesitaba compañía. Pensé en Kyle, en cuanto lo había amado y en cuanto lo quería aún. Pensé en la noche en que empezó todo lo que me había llevado a Kyle; la paliza que Frankie y Chuck le dieron a aquel hombre y en como después le dispararon sin ningún escrúpulo; en como yo no pude evitar quedarme paralizada cuando ellos se dieron cuenta de que yo lo había visto todo; en como llegamos al acuerdo de que si yo conseguía los archivos, ellos me dejarían tranquila. Esperaba no volver a verlos en mi vida. Pensé en Jimmy, en cómo me había hecho sentir ese beso.

Me quede mirando el frigorífico. Cuando volví a la realidad, el programa de la lavadora ya había finalizado, metí la masa del Browne en el molde y lo puse en el horno.

Salí del apartamento con el barreño lleno de ropa y rodee la casa hasta llegar a su jardín trasero. Tal como ella me había dicho había varias cuerdas para tender la ropa; cuando terminé, el aire olía maravillosamente bien a suavizante de colonia. Me hubiera quedado allí, pero tenía que mirar como iba el Browne y además tenía que hacerme el almuerzo.


Poco antes de las cuatro, salí de casa hacia O´Neall´s dejando atrás un sabroso olor a Browne calentito. El turno de las cuatro era el más tranquilo del día. Mike siempre aprovechaba para hacer el papeleo, cuadrar las cuentas y realizar llamadas a los proveedores. De ser él, yo probablemente escogería también las horas en el que el café- restaurante estuviera más tranquilo.
A eso de las diez, comprobé que todas mis mesas estuvieran limpias y que tuvieran de todo, y me despedí de mis compañeros. Cuando estaba a punto de entrar en mi coche, mi teléfono móvil sonó.

- ¿Si? – dije descolgando.
- Katie, soy Caroline
- ¡Hola! ¿No deberías estar ya aquí?- le pregunté.
- Por eso te llamaba. Necesito que hagas mi turno.
- ¿Por qué? ¿Qué ocurre? – dije empezándome a alarmar.
- Estoy en el hospital
- ¿Estás bien?
- Si, si. La que está enferma es Eve. Se quejaba de que le dolía el vientre mucho y la traje a urgencias en Oaks River. Así que no puedo ir a trabajar.
- Está bien. No te preocupes, yo haré tu turno.
- Gracias, Katie
- Dale a Eve un beso de mi parte ¿ok?
- Claro. Adiós.
- Adiós.

Cerré el coche de nuevo y volví a entrar en O´Neall´s.

- ¿Olvidaste algo? – me preguntó mi jefe desde la barra
- No – dije yendo hacia él – Caroline me acaba de llamar. Eve está en el hospital en Oaks River.
- ¿Cómo está?
- Aún no sabe lo que tiene, así que yo haré el turno de Caroline.
- Está bien.

Las horas pasaron lentas. No hubo mucho jaleo, pero casi lo hubiera preferido, así no hubiera estado mirando el reloj cada pocos minutos, antojándoseme que el tiempo no corría. Para mi sorpresa, Mike cerró bastante antes de lo acostumbrado.
Anuncié que me iba al hospital, para entonces ya todos sabía que Eve estaba enferma. Mis compañeros me encargaron que les diera recuerdos, me despedí de ellos y me monté en el coche rumbo a Oaks River.

Era un pueblo bastante más grande que Red Hills, obviamente, por eso tenía urgencias. Estaba a una media hora de camino en coche y tenía tiendas mucho más sofisticadas y especializadas que las de Red Hills.

No me resultó fácil llegar. No había pasado por esa carretera en mi vida. Lo que realmente me salvó fueron las señales, podrían decirse muchas cosas de la carretera pero nada de que las indicaciones estuvieran mal puestas. Llegué al hospital y pregunté a una enfermera por la habitación de Eve. Cuando llegué a ella, permanecí en la puerta.
La pequeña estaba tumbada en la cama durmiendo, parecería que estuviera bien de no ser por la intravenosa que salía de su bracito. Parecía tranquila y su pelo color castaño estaba desparramado sobre toda la almohada. Caroline estaba sentada en una silla junto a su hija. Cuando se dio cuenta de que estaba allí se levantó y se acercó a mí.

- Katie, no tenías que haber venido. Es muy tarde – me dijo en susurros.
- No importa ¿Cómo está? – le pregunté acercándome a Eve para acariciarle la mejilla.
- Está bien. La han operado. Tenía apendicitis. Y la operación salió bien.
- Gracias a Dios - dije liberándome de mi preocupación.
- Si. Ahora solo tiene que descansar. Pasado mañana le darán el alta.
- Los demás os manda recuerdos y esperan que Eve se recupere pronto.
Ella sonrió.
- Desde luego, tendré que hablar con Mike, no puedes hacer todos mis turnos, caerías agotada.
- Me gustaría quedarme con vosotras pero estoy muy cansada.
- Por supuesto, no tenías por qué haber venido.
- Quería hacerlo.
- Gracias – dijo abrazándome – Ve a descansar, anda.

Di un beso a Eve en la frente y salí de la habitación.
El camino de regreso de Red Hills fue mucho más rápido. Pocos segundos después de cerrar la puerta, me puse el pijama y me deslicé entre las sábanas. Estaba rendida, ya no tenía fuerzas para permanecer despierta. Así me dejé caer en los brazos de Morfeo

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