domingo, noviembre 07, 2010

Fragmento aislado 1

Salió del ascensor y entró con paso seguro en el pasillo de loa cuarta planta del hospital. El puesto de enfermeras estaba vacío y sus tacones ronaban demasiado fuerte en el otrora brillante suelo de mármol a medida que caminaba. El pasillo estaba desierto; ni una enfermera, enfermo, visitante o médico llenaba el silencio de la planta. Ella vaciló a la altura de la habitación 404 cuando las dudas la asaltaron. ¿Querría verla? ¿Estaría si quiera despierto? Quizás, lo mejor sería que estuviera dormido, así no sabría que había ido a visitarlo. Tal vez, no había sido buena idea ir hasta allí. Retomó el camino con unos pocos de pasos más enérgicos y cogió el pomo de la habitación 406. Su habitación. Pero su mno rehusó a girarlo. Las dudas volvieron a asltarla. ¿Y si se ponía furioso al verla? Seguramente en su estado eso no lo ayudaría a recuperarse. Todavía estaba a tiempo de marcharse. Nadie sabría que había estado allí. Pero no, no se iría, si algo grave le ocurriese y no lo hubiese visto una últim vez, nunca se lo perdonaría asi misma.

Cogió nuevmente el pomo y lo giró lentamente a la vez que asomaba la cabeza entre la puerta entreabierta para saber si estaba despierto. Su respiración era regular y sus ojos se mantenían cerrados. Estaba dormido. Ella soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo. Entró completamente en la habitación y cerró la puerta haciendo el menor ruido posible. Él estaba tumbado en la cama, conectado por diversos tubos y cables a diferentes máquinas, pero su aspecto no era muy distinto del que siempre retenía en su memoria. Su pelo seguía igual de cobrizo, su perpetuo y rebelde mechón caía sobre su frente, y su angulosa cara era tan perfecta y atractiva como ensus recuerdos. La única marca  en us cara del accidente era un corte sobe la ceja derecha, en el lado opuesto hacia donde caía esa rebelde guedeja de pelo.

Ella se acercó unos pocos pasos más a la cama. Parecía tan tranquilo. No pudo evitar el impulso de apartarle el mechón de la frente. Antes de que se diera cuenta, su brazo ya estaba extendido a escasos centímetros de su rostro. Pero su mano no se conformó solo con eso, sino que por voluntad propia acarición tanbién, lentamente su mejila . Él se removió un poco y ella se paralizó con las manos en el aire. La respiración de él pronto se normalizó nuevamente. Ella soltó el liento con alivio. Había estado demasiado cerca de despertarse. Era hora de marcharse, antes de que alguien la decubriera allí. Andando de puntillas fue hasta la puerta, atravésándola, no sin antes mirarle por última vez.

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