martes, febrero 17, 2009

II.

Una nueva mañana llegó. Los rayos del sol se colaron por el cristal de la ventana de mi dormitorio, despertándome y confirmándome que el sufrimiento aún continuaría. Y lo merecía, sin ninguna duda. Estaba segura de ello. Me costó lo indecible levantarme de la cama y dirigirme al cuarto de baño. Me apoyé en el lavabo y me miré al espejo. Alguien que no reconocí me observaba. Su pelo estaba enmarañado, el maquillaje corrido y bajo todo aquello, había un rostro que se me hacía familiar. El color de sus ojos era el mismo que el de los míos pero expresaba un terrible dolor y desconsuelo. Estaban rojos e hinchados y su semblante… no tengo palabras para describirlo, pero no podía ser yo ¿Cómo podía ser yo? Me metí en la ducha y deje que el agua caliente cayera sobre mí casi escaldándome la piel. Esperaba que me ayudara, pero nada más lejos de la realidad. El mundo se me vino encima, la presión del pecho aumentó, hasta ese momento, no era consciente de que me dolía. Comencé a sollozar. Mi infierno se abrió ante mis pies y no había forma alguna de escapar de él. Yo misma lo había creado.

Después de lo que me pareció una eternidad me envolví en una toalla y salí del baño. Estaba tan cansada, parecía qie toda la energía y vitalidad que me había caracterizado durante toda mi vida, me habían abandonado. Estaba exhausta pero ¿de qué? No había hecho ninguna actividad física en las últimas horas. Me dejé caer en la cama sin cambiarme y me dejé sumir en el sueño.

Me despertaron unos golpes en la puerta. ¿Qué ora sería? Abrí los ojos y aún era de día. Los golpes en la puerta se repitieron.

- Un momento- dije alzando la voz.

Me levanté y busqué con la mirada por todo el dormitorio algo que ponerme. Afortunadamente, mi batín colgaba de la mecedora. Me lo puse y fui a abrir la puerta. Era Josua, mi vecino. Vivía en el apartamento que había al lado del mío. Un hombre muy agradable y bastante guapo. Había posado sus ojos en mí pero yo no los míos en él. Su interés no sería correspondido.

- Hola Josua - saludé.
- Hola Katie- dijo sonriendo- ¿Te encuentras bien?- preguntó mudando su expresión a preocupación.
- Si, perfectamente. Solo un poco cansada.
- Si. Te ves cansada
- ¿Qué te trae por aquí?
- Necesito un poco de te ¿tienes?
- Por supuesto. Espera aquí un momento.

Fui a la cocina en busca del té y volví a la puerta.

- Aquí tienes
- Muchas gracias

Una vez se hubo ido aún seguía cansada, me puse el primer camisón que encontré y volví a la cama. Era todo lo que necesitaba. Dormir y que el tiempo pasase sin darme cuenta. Quizás mañana vería todo con otra perspectiva o al menos al algo mejor.

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